Ledecky contra Ledecky

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No se fíen de la inocente sonrisa de Katie Ledecky. Cuando hay que tirarse a la piscina y nadar en el estilo libre, no hay otra como ella. Da tres palmadas, se prepara, se lanza al agua y compite contra sí misma, solitaria, por delante desde el primer momento. Está en Río para hacer historia, pues quiere conseguir el oro en 200, 400 y 800 libres. La primera medalla ya la logró dejando al mundo boquiabierto.

Desde Seúl 88 ha habido siete campeonas diferentes en los 400, sin incluirla a ella. Es una distancia de fondo, aunque algo mezclada con la velocidad. El acumulado de ventajas de las vencedoras respecto a las segundas en esos siete últimos Juegos es de 5 segundos y 86 centésimas. La mayoría de triunfos se dieron en el mismo segundo, uno después como mucho y dos y poco como máximo: la victoria de Janet Evans en 1988. La distancia de Ledecky con su más inmediata perseguidora, la británica Carlin, fue de 4 segundos y 77 centésimas. Con la tercera clasificada, la estadounidense Smith, que fue la primera en abrazar y felicitar a Ledecky, el agujero se fue 69 centésimas más allá. Una ventaja lógica la que hubo entre la plata y el bronce, una distancia impensable entre la primera y el resto. Pero es que Katie superó su propio récord del mundo y se convirtió en la primera mujer capaz de hacer las ocho piscinas en menos de 3:57. Dejó la plusmarca en 3:56.46 después de unos últimos 50 metros completados en 28.92, el largo más rápido de todos. Siempre se movió en tiempos por debajo del anterior récord, pero si después del 300 parecía que flojeaba, aceleró al final. Tocó la pared y claro, después sonrió para volver a transformarse en una adolescente normal.

«No pensé demasiado en el récord», admitió después. «Me sentía muy relajada», añadió. En las eliminatorias tuvo buenas sensaciones y dijo que era un buen augurio. Cuando ella habla así hay que estar preparado porque una plusmarca puede caer. La que logró en los 400 metros es la duodécima de su carrera, pero a algunas rivales y compañeras, como Smith, la medallista de bronce, no le sorprende. «He estado entrenando dos meses con ella y he visto de lo que es capaz. Hace cosas increíbles. Sabía que esto podía pasar», afirmó. «Tiene mucho más dentro», continuó. Sorprende incluso a los compañeros. «Nada como un hombre», le concedió Ryan Lochte, y es un piropo, pues los registros que ella consigue se acercan a los masculinos.

El tiempo dirá dónde están sus límites. Su entrenador, Bruce Gemmell, le dijo, cuando el récord del mundo estaba en 3:59, que ella podía llegar a 3:56. «Nunca piensas que es posible hasta que oyes a alguien decirlo», cuenta Ledecky. Él lo dijo y ella lo ejecutó. Es su segunda medalla olímpica, tras la lograda en Londres hace cuatro años, cuando tenía 15, en los 800 libres. Se impuso en esa final y en todas las demás que ha disputado desde entonces.

Source: Deportes

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