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La polémica de los pasaportes utilizados la pasada temporada, por Slaughter (Real Madrid) y Panko (Fuenlabrada) en la Liga Endesa y la Copa, viene de lejos. Con la aprobación de los pasaportes Cotonou –un acuerdo de la Unión Europea con los 78 países con esa denominación (estados de África, el Caribe y el Pacífico), cuyos ciudadanos no ocupan plaza de extranjero en el baloncesto nacional tras la firma del nuevo convenio colectivo– se abrió una veda que tuvo en C. J. Wallace al primer protagonista.
El ala-pívot nacido en Atlanta logró la nacionalidad congoleña, con lo que dejó de ocupar plaza de extranjero y se convirtió en uno de los dos «cotonous» de la plantilla azulgrana en 2011. Él fue el primer caso, perfectamente legal con la nueva normativa aprobada, de un equipo grande que aprovechaba el nuevo marco de contratación. Aparecieron jugadores estadounidenses con pasaportes búlgaros, georgianos, macedonios, costamarfileños, caboverdianos, de Guinea-Bissau… Se retrasaron plazos alguna temporada incluso para que la inscripción de esos jugadores llegara en plazos legales y la manga ancha de la ACB hizo el resto.
La manera de lograr los pasaportes era y es sencilla. Se hacen gestiones con las embajadas o consulados pertinentes, se busca algún resquicio o familiar lejano en el pasado del jugador, se pagan unos 50.000 o 60.000 euros y el jugador, en su mayoría estadounidense, deja de ser extracomunitario y su mercado se amplía. Tipos que como extranjeros difícilmente tendrían cabida en un gran club sí que pueden acceder a la plantilla con los nuevos papeles.
Los clubes y los agentes –que se llevan en torno a un diez por ciento de la operación– no son los únicos beneficiados. También hay federaciones que promueven esas nacionalizaciones para reforzar a la selección de turno. De ahí que la FIBA decretara un máximo de un nacionalizado por combinado nacional.
A la polémica por los pasaportes Cotonou hay que añadir también los pasaportes logrados gracias a los matrimonios de conveniencia. Éstos fueron escándalos anteriores, con casos tan sonados como los de Will McDonald (Baskonia) o Savovic (Bilbao). Otro azulgrana que forma parte actualmente de la plantilla de Xavi Pascual, Brad Oleson, está incluido en este particular segundo cupo.
El sindicato de jugadores (ABP) tiene muy claro que «en este caso y en otros muchos como lo que sucedió con los matrimonios de conveniencia, los jugadores son víctimas». «Se trata de que el juez determine de quién es la responsabilidad y que se llegue al fondo para descubrir a los autores de la chapuza», afirma Alfonso Reyes, presidente de la ABP.
¿Y cuál ha sido la reacción del Real Madrid ante el «caso Marcus Slaughter»? De momento, tranquilidad absoluta. Nadie se plantea que después de la temporada perfecta, la Liga Endesa y la Copa del Rey corran peligro, aunque el Barcelona y la ACB no hayan dicho la última palabra.
Source: Deportes