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A Cedrún, portero del Zaragoza, le pusieron en su taquilla una foto de Raúl y le escribieron que también le iba a hacer internacional. El Madrid llegaba a La Romareda y la noticia era que un niño de 17 años iba a ser titular. Cedrún había sido el portero del Cádiz el día que debutó Butragueño y le hizo dos goles. Cedrún fue el portero del Zaragoza en el mejor partido que hizo Kiko con el Cádiz en una promoción. Delantero joven que jugaba contra él, delantero que tenía una carrera espectacular. «No marcó, pero al terminar el partido, nos decíamos: “Este tipo nos ha vuelto locos”. Tenía intuición y rapidez, jugaba sin balón y siempre daba opción a que le dieran un pase. Ya se veía que era listo, pillo, rápido y nunca estaba parado», recuerda el ex portero. «Los asistentes siempre te decían que era uno de los jugadores más complicados para marcar el fuera de juego», dice Iturralde González, árbitro que debutó en Primera el mismo año que Raúl. «Siempre estaba moviéndose, entrando y saliendo, buscando la mejor opción», sigue. «Yo digo que era un ladrón de carteras», continúa Cedrún. «Siempre estaba ahí, parecía que no, pero al segundo, ya te había ganado el sitio», continúa el guardameta.
Hoy Raúl se retira en Nueva York, en la final la de la North American Soccer League (NASL) contra el Ottawa Fury (23:00, C+). Fue su gol el que clasificó al Cosmos para la final. Un gol muy suyo, como los que ha protagonizado durante una carrera legendaria. «Pero no era sólo un goleador», cuenta Cappa. «Ha sido un excelente jugador de fútbol que además hacía goles. Era mucho más que un goleador, un futbolista capaz de adaptarse y que, además, nunca perdió su condición natural de hacer goles», insiste.
La historia se conoce. Cappa tiene la idea de hacer una selección de los mejores jugadores de la cantera y que entrenen una vez a la semana con el primer equipo, que dirigen Valdano y él, como segundo. «Nos comentaban que era un chico que hacía muchos goles», recuerda Cappa. Con la ayuda de Del Bosque, jóvenes como Víctor o Guti empiezan a aparecer en los entrenamientos de la primera plantilla. También Raúl. «Era respetuoso con la jerarquía y tenía personalidad. Es decir, no entraba en el vestuario pidiendo perdón, pero ocupaba el lugar que le correspondía, nunca era prepotente», añade Cappa. Él y Valdano lo hacen debutar ese día contra Cedrún. «No fuimos valientes, había que ser muy tonto para no ver lo que tenía Raúl. Y juega sin inhibiciones, debuta y creo que siente que lo hace con pleno derecho», piensa el que era segundo técnico blanco. Y así construyó una carrera difícilmente igualable por nadie. Por títulos, por goles, por jerarquía en el Madrid y por el respeto general que crea. «Es de los futbolista que te gusta arbitrar. Ni un problema», cuenta Iturralde, árbitro de aquel partido contra el Atlético en el que Raúl mete uno de sus mejores goles. «Pero yo me acuerdo de un encuentro en el Bernabéu contra el Valencia, el Madrid perdía, yo ya había expulsado a algún futbolista del Madrid y estaba expulsando a Toshack, que los entrenaba en ese momento. De repente, sentí que alguien me agarraba por el brazo y pensé “otro que voy a expulsar”. Me dijo: “Itu, te ha buscado y has caído. Tus problemas están en el campo, no fuera”. Era un momento caliente y eso te hace reflexionar. En vez de gritarme, en un tono normal, me ayudó», añade el ex árbitro.
«Ha tenido siempre los valores del Madrid, los que me gustaría transmitir a los jóvenes», dice Cedrún. «Mira, yo entreno a chavales y ellos se fijan en lo que hacen los futbolistas. De repente, uno me viene con un peinado y el otro día, otro me vino con una careta de Halloween, después de lo que había pasado en Getafe. Raúl reunía la sencillez y ser un jugador extraordinario», prosigue el meta. Cappa piensa lo mismo: «Nunca, en toda su carrera, perdió el sentido de la pertenencia: que pertenecía a la clase de futbolista. No se dejó seducir por la fama ni se convirtió en una estrella de Hollywood. Era un chico de barrio que jugaba al fútbol y nunca perdió el sentido amateur. Es decir: jugar al fútbol porque le gustaba no porque le pagaban», opina el entrenador. «Yo le vi un día que jugó en San Mamés, con el Schalke», acaba Iturralde. «Bajé al vestuario a saludar, con mi hija, que también es árbitro. Y cuando me vio, pese a que había perdido, se acercó, nos abrazó y estuvo un rato con nosotros. Eso produce respeto».
Source: Deportes