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Zidane vuelve mañana al campo del Betis, en el que «nació» como futbolista de élite a ojos de la afición española. En 1995 tenía 23 años y le quedaban unos dos y medio para ser campeón del mundo y ganar el Balón de Oro. Entonces no era la estrella que luego fue. Era, únicamente, el «7» del Girondins de Burdeos, que llegaba a Sevilla con la ventaja del 2-0 del partido de ida de los octavos de final de la Copa de la UEFA. «Hay que salir al ataque, pero si encajamos un gol sería peligrosísimo», afirmaba Serra Ferrer, entonces técnico bético. Sus temores se cumplieron a los cuatro minutos, en una jugada que recuerda perfectamente Pier Luiggi Cherubino, delantero local aquel día: «Fue un saque largo del portero, era un día de lluvia, le cayó a Zidane y empalmó de volea con la izquierda desde 40 metros. Fue un palo el 0-1 tan pronto».
En la narración de la jugada, el propio Zizou añade el mérito del larguísimo envío del portero (Huard) y el rechace de Bancarel, que hizo que el balón le cayera justo delante. En lugar de controlar la pelota, acomodó el cuerpo lo justo para dejarla botar sólo una vez, levantó la cabeza y la puso imposible para el guardameta Jaro. «Fue todo muy rápido», admitía Zidane, que no era el líder de aquel equipo que alcanzó la final del torneo y sólo cedió ante el Bayern de Múnich, en el que Klinsmann era el goleador.
En las crónicas previas era difícil, por no decir imposible, leer el nombre de Zidane. La principal preocupación de la prensa española era si los dos nombres más sonoros de aquel rival, Dugarry y Lizarazu, estarían disponibles para jugar. Se creía incluso que el técnico galo estaba jugando al despiste con las que eran sus dos estrellas, que más tarde acompañarían a Zidane en la Copa del Mundo y la Eurocopa ganadas por Francia en el 98 y el 2000. «Después de ese partido sí que nos enteramos de quién era Zidane», admite Vlada Stosic, otro de los béticos que saltaron al césped para enfrentarse al Girondins. «Fue una eliminatoria extraña, sabíamos que ellos tenían buen equipo, pero confiábamos en nuestras posibilidades. Destacaban varios futbolistas, pero la verdad es que no era Zidane el que más nos preocupaba en teoría y, al final, mira lo que ha sido como jugador. Él no era una referencia como lo fue más adelante», confirma Pier, que jugó en sustitución del lesionado Alfonso Pérez, símbolo de un Betis poderoso, con el croata Jarni también en sus filas y que la temporada siguiente añadiría a un histórico: Finidi.
Aquel día se vistieron de corto dos miembros del cuerpo técnico que dirige al Betis actualmente. Alexis Trujillo, ahora segundo entrenador, es el que más cerca estaba en el momento del disparo. En las imágenes se ve cómo trata de presionarle, pero llega tarde y sólo puede mirar. Juan Merino, técnico de circunstancias estos días, fue otro de los titulares aquel 6 de diciembre del 95: «Salí a marcarlo, pero no me dio tiempo. Desde el centro del campo metió un golazo. Si Zidane lo ve tan fácil como cuando era jugador, será un gran entrenador. Ha ganado dos partidos de dos de una manera contundente. Ha convencido al vestuario. Ha sido un jugador ilustre y eso genera respeto. Las tres o cuatro piezas que tenía que tocar las ha tocado bien. Le deseo lo mejor después del partido ante nosotros», explica antes de recibir al Real Madrid.
Pier le da al francés tanto crédito como Merino para su incipiente carrera con la pizarra. «Estar en el banquillo del Madrid es complicado, pero Zidane tiene ese carácter tranquilo de Molowny, en su tiempo, o de Del Bosque. Sabe manejar a los futbolistas, darles su espacio, y creo que le va a ir bastante bien». Alfonso está de acuerdo: «A estos niveles los futbolistas necesitan libertad y confianza, algo que él les va a conceder».
Source: Deportes