La fiebre sigue siendo amarilla

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El «rossismo» es la religión mayoritaria en MotoGP y el número de adeptos a la fe por Valentino no se ha reducido después de la acción antirreglamentaria por la que fue sancionado en Sepang. Alguno de los fieles dudó en el momento de ver la presunta patada de su ídolo, pero con el paso de las horas y los días fueron convenciéndose de que no había tenido otra alternativa que sacar a Márquez fuera de la pista. Cosas de la fe ciega. Así es la pasión en todos los ámbitos y no es distinto en el motociclismo. Valentino ha sido durante años un motivo de felicidad para aficionados de todos los rincones del mundo a los que no ha costado nada perdonarle un pecado entre tantas victorias, genialidades y títulos de campeón. «Por cada diez camisetas o gorras amarillas se ve una del resto de pilotos», decía no hace mucho su jefe, Lin Jarvis, para explicar la dimensión de este piloto.

Una mayoría absoluta que no sólo consigue en Mugello o Misano, los circuitos en los que se habla su idioma, también pasa en Estados Unidos, en Australia, en Gran Bretaña y en España, cuna de sus rivales más duros en los últimos tiempos. Siempre juega en casa, incluso en mitad de la polémica importada directamente desde Malasia. A Rossi se le quiere en todos los lados y para muestra, lo de este fin de semana en Cheste. La fiebre amarilla sigue siendo la plaga más extendida y a cada paso se ven gorras, camisetas, banderas y cualquier otra prenda o complemento con el número 46. Las visten gentes de todas las edades y nacionalidades, porque, aunque en Italia se sorprendan, muchos aficionados españoles tienen a Valentino entre sus preferencias, a pesar de que disfrutan también con las hazañas de sus compatriotas.

La zona del «paddock» del circuito de Valencia donde están los camiones de Yamaha es una marabunta cada vez que Rossi va o viene desde su «motorhome». Es en ese momento cuando la marea amarilla se arremolina en busca de la foto. Ha sido complicado escuchar un grito de reproche hacia él, por no decir imposible, mientras sí se han notado ciertos pitos hacia sus competidores. «Si vienen de los fans de los rivales no me preocupa. Cada uno tiene sus seguidores y, en mi caso, con el tiempo la gente ha ido entendiendo mi carácter», decía Lorenzo, cuya legión de «espartanos» no le ha dejado sólo a las puertas de su quinto título mundial. Son fieles y llenarán la parte de la grada que les corresponde, como hará el club de fans de Márquez, encabezado por su tío Ramón. Jorge, Dani y Marc son los más queridos al margen de «Vale» y los que se quedarán al mando cuando se vaya. A lo largo de la historia ha sido difícil juntar cuatro «magníficos» de tanto nivel y por eso 110.000 espectadores llenarán hoy el Ricardo Tormo, convencidos de vivir la mejor carrera del siglo. El evento ha sido declarado de alto riesgo, pero se espera el mismo respeto que ha existido hasta ahora. Los agentes de seguridad sólo han tenido que mirar estos tres días. Cada seguidor anima al suyo, pero disfrutan de todos los pilotos y del espectáculo dentro de la pista. Fuera, se lucha por estar lo más cerca posible de los ídolos y si hay que esperar un buen rato en busca de que te autografíen el casco, se espera; aunque seguramente no se parará donde tú estás. Pero si se detiene, el trofeo será tan preciado como el de campeón.

Source: Deportes

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