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Hay momentos que cambian la vida de una persona para siempre. A Benítez le sucedió una noche de diciembre de 2001 en el campo del Espanyol. Era su primer año en el Valencia, sumaba cinco jornadas sin ganar y durante la semana se había estado hablando de su despido. Y más cuando al descanso, el Valencia iba perdiendo 2-0. Ahí los directivos del club decidieron destituirle cuando el partido terminase. Todo cambió, sin embargo. Y todo es todo: el partido, el Valencia, la opinión de los directivos y la vida de Benítez. «El famoso partido de Montjuic nos sirvió para unirnos y darnos cuenta de que podíamos revertir la situación», ha contado Rufete, que marcó dos de los tres goles ese día. Benítez era un entrenador sin currículum, con un buen trabajo en equipos con menos ambición y del que nadie se fiaba. «Era muy quisquilloso. En el Valencia le aceptamos y pudimos triunfar», ha recordado Cañizares. Aunque no fue fácil. No generaba simpatía entre los jugadores y les hacía repetir ejercicios y trabajar mucho. «Siempre recuerdo una frase que nos decías en el vestuario y yo, que tuve una relación más personal contigo, la he hecho mía: “Entrenamiento duro, éxito seguro’’», ha escrito Mista esta semana en una carta abierta al entrenador. Más le costó convencer a una directiva que hacía planes sobre su marcha desde el día que llegó. Se callaron después, cuando el Valencia cogió aire, empezó a remontar y ganó esa Liga. Fue cuestión de tiempo y de paciencia, fue cuestión de que el método de Benítez calara. «En el fútbol, las prisas son muy malas consejeras, aunque están a la orden del día. Uno siempre necesita un tiempo de adaptación para hacer calar su mensaje a los jugadores», continúa Mista en su carta. Y habla de ahora, pero también de entonces.
Benítez ha hecho su carrera de entrenador con una convicción: sólo se puede centrar en lo que está en sus manos. Lo demás es incontrolable. «Yo no era consciente de esa destitución ese día», contó a «Superdeporte», «durante el partido y en el descanso, estoy centrado en mi trabajo». Quizá esa experiencia le sirvió para lo que le pasaría dos años después, también en el campo del Espanyol, en la última noche de febrero de 2004. Hacía mucho frío y el Valencia, que durante toda la Liga había estado peleando la primera posición con el Madrid, perdió. Era una despedida porque se quedaba a nueve puntos del líder. El análisis de Benítez aquella noche fue tan aséptico como su recuerdo de la noche de Montjuic o el sábado pasado. «¿Si hemos dejado escapar la Liga hoy? El Valencia no ha sumado los tres puntos y ahora depende de lo que hagan los demás para concretar su objetivo. Tenemos que mantener una buena línea de trabajo y ya veremos». Trabajo, siempre trabajo.
Lo que ocurrió es que esa temporada su equipo ganó la Liga y también la Copa de la UEFA. «Tengo la convicción de que cada semana tienes la oportunidad de hacer un buen resultado y entonces van cambiando las cosas, eso también te lo dan los años; en el fútbol los resultados lo cambian todo para bien y para mal», explicaba después en esa charla con «Superdeporte». Ni se va a dejar llevar en los momentos de euforia ni en los días más bajos va a dejar de trabajar, que sabe que todo puede cambiar. A veces en días, a veces en meses. A veces, en 45 minutos, como la «Champions» con el Liverpool que, en realidad era un imposible. Mucho se ha especulado acerca de lo que les dijo Benítez a sus jugadores tras llegar al descanso con 3-0. El entrenador llegó con sus notas al vestuario, mientras de fondo se oía a los hinchas del Liverpool. No les habló de corazón ni les dio un discurso emotivo que tan bien quedaría para montar una película. Les contó que había que marcar un gol pronto para meterse en el partido y les indicó un par de cambios tácticos. Les habló de trabajo. Y le salió otra remontada. Lo ha escrito Mista: «A cualquier entrenador, una derrota como la del Barcelona le haría que temblasen sus cimientos, pero si hay alguien que sabe cómo manejar estas situaciones y cómo afrontarlas, ése eres tú».
Source: Deportes