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«Venía en bicicleta, feliz, siempre el primero», repite varias veces Nilton Moreira, el hombre que vio en Casemiro un futbolista cuando con sólo siete años llegó a su academia de fútbol en San José Dos Campos en Brasil. Allí lo llevó su prima Mónica, que estaba en el mismo equipo que el hijo de Nilton. Le dijo que su primo jugaba muy bien al fútbol. «Y yo vi que tenía mucho potencial y le dije a su prima que le daría una beca para que jugase con nosotros», explica por e-mail Nilton. Con 7 años muchos niños aún corren como locos detrás de la pelota, pero a otros se les ve algo especial, una forma de estar, una forma de entender el fútbol que despierta la alarma en los que buscan futuras estrellas. «Casemiro tenía calidad, técnica, voluntad y disciplina», dice Nilton. Y, sobre todo, determinación.
A los 3 años su padre se marchó de casa y Casemiro vivió en una habitación con su madre y sus dos hermanos. Ella los crió a los tres, se buscó la vida para darles comida y alojamiento. Cuando Casemiro empezó a destacar en el fútbol, dejó de ser una diversión o un modo de pasar el rato. Se convirtió en el modo de escapar de lo que estaba viviendo. Más bien, en el modo de conseguir que su madre pudiera tomarse un descanso. Con Nilton entrenaba tres veces por semana, buscando aún una zona en la que destacar. «Era muy dinámico, sin una posición definida. Pero allí donde jugaba siempre lo hacía con alegría», continúa contando Nilton. Si había penurias, Casemiro las intentaba olvidar, como hacen todos los niños: «Le recuerdo jugando a la pelota, con las cometas y yendo en bici por las calles del barrio».
Nilton fue viendo que donde mejor rendía era de centrocampista, aunque alguna vez le puso de delantero y Casemiro no le defraudó. Fue el niño que más goles marcó. Estaba claro que Nilton tenía entre sus manos un diamante. «Yo le decía que ser profesional no es nada fácil, que hay que tener mucha perseverancia y dedicación y entrenar y entrenar y entrenar siempre».
Nilton le prometió que cuando le viese preparado lo llevaría a que le viese el gran equipo, el Sao Paulo. Y eso sucedió pronto: con diez años hizo una prueba y se quedó. Como no tenían coche, Casemiro se quedaba a dormir en casa de algún amigo para poder llegar a los partidos. Pero no por eso se rendiría. Nilton le había dicho que tenía que ser perseverante. Y lo iba a ser.
Fue subiendo rápidamente, siempre jugando por encima de su edad, llegó al primer equipo, fue titular, todo iba fenomenal, Nilton no se había equivocado.
Pero empezaron los problemas. Su entrenador le acusó de haberse acomodado, en el Sao Paulo no eran capaces de encontrarle la posición adecuada, si más adelantado o de primer centrocampista, y acabó en el banquillo. «Lo pasó mal porque en el último año no se contaba con él. Levantó grandes expectativas y después llegó una mala época», cuenta Toril, que le recibió en el Real Madrid B. Fue la salida para el futbolista: «Tuvo la humildad para dar un paso atrás y recuperar su nivel», continúa. El Sao Paulo es uno de los grandes clubes de Brasil y «Casi», como le llaman en el vestuario, se fue a un filial. «A nosotros nos vino muy bien. Nos pasaba como al primer equipo, que con Morata, Jesé y Lucas nos faltaba equilibrio en el centro del campo, alguien que hiciera que todo fluyera, necesitábamos ese ancla. Además, es muy buen chico, humilde, que pasó dificultades, y aprecia lo que tiene, juegue o no».
Ancelotti no lo vio claro: dudaba de su posición y Casemiro fue al Oporto. Volvió al Madrid «con más experiencia, con buena cabeza», dice Nilton. Pero tanto Benítez como Zidane siguieron dudando hasta que se impuso, y va a jugar la final. «Estoy encantado con su éxito, porque siempre creí que iba a llegar a donde está –acaba Nilton–. En mi pequeña escuela siempre le consideré como mi hijo».
Source: Deportes