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Alejandro Valverde decidió variar su calendario al comienzo de esta temporada. A los 35 años planeaba atreverse con el Giro y atacar el pavés por primera vez. Pero los planes cambiaron. Sigue pensando en la carrera italiana, pero se olvidó de los adoquines de Flandes para preparar mejor las clásicas de las Ardenas. Renunció a la primera, a la Amstel Gold Race que nunca ha ganado y se centró en las siguientes, porque hay costumbres que conviene mantener. Como la de ganar en la Flecha Valona, una carrera que nadie ha ganado más veces que él. La de hoy es la cuarta victoria, la tercera consecutiva, una más de las que lograron Eddy Merckx, Moreno Argentin, Davide Rebellin y el belga Marcel Kint, que también encadenó tres triunfos en los primeros años 40 del siglo pasado.
“Estaba más nervioso que nunca”, reconocía Alejandro después de su victoria. Eran los nervios del que sabe que va a ganar si no pasa nada extraño. “Las sensaciones eran muy buenas, estaba mejor que nunca y sabía que podía ganar, pero la carrera da muchas vueltas”, añadía. Pero no sucedió nada raro. Movistar controló la carrera para él, con cuatro, cinco y hasta seis corredores. Primero Sutherland, después Rubén Fernández, más tarde Betancur y, al final, Visconti. Entre medias, Jon Izaguirre se marchó por delante junto al luxemburgués Jungels para que trabajaran otros. Y lo que parecía sólo una maniobra de control lo percibieron otros equipos como una amenaza seria cuando el menor de los hermanos Izaguirre aceleró a falta de seis kilómetros.
Etixx, a pesar de que llevaba a Jungels por delante, tiraba con fuerza. Wellens enlazó con los dos de delante. Movistar esperaba hasta que a dos kilómetros para el final volvieron a estar todos juntos. Era el momento de dirigir la carrera otra vez. Valverde estaba atento para llegar a las primeras rampas del muro de Huy en cabeza. Amenazó con repetir la ascensión del año pasado, cuando se puso en cabeza en las primeras rampas y no la abandonó hasta el final. Esta vez no, se trataba sólo de comprobar cómo iban los demás. Ya sabía que ninguno estaba mejor que él. Purito probó, pero fue un espejismo. A medio kilómetro de la meta atacó Daniel Martin y, sin aparente esfuerzo, Alejandro se puso a su rueda. Detrás de él, Alaphilippe. Valverde estaba “atrapado” entre dos Ettix, pero no conoce el miedo. Sabía que sólo tenía que esperar su momento. Y llegó a falta de 100 metros, cuando Martin no dio para más. Arrancó Alejandro, consciente de que la victoria ya era suya. Alaphilippe respondió, era el único que no sabía que no podía ganar.
A Valverde le dio tiempo a mirar atrás, levantar los brazos y sonreír. Parece que no suda Alejandro Valverde, que el esfuerzo es mínimo para él, sólo 100 metros de esprint, pero hay mucho esfuerzo detrás, sobre todo de concentración. La naturaleza de Alejandro tendía a compensar su enorme talento con una querencia al despiste que ha ido curando con los años, como demostró durante toda la temporada pasada. Como ha vuelto a demostrar en la Flecha Valona. “Iba controlando en todo momento y he atacado cuando ha llegado mi distancia”, aseguraba.
Con las piernas nunca ha tenido problemas. Y si los tiene, para eso está Juan Carlos Escámez, su masajista, su confesor, el mismo que se atrevía a ganarle carreras cuando eran juveniles y que fue el primero en abrazar al ganador. “¡Qué grande eres!”, le decía mientras lo levantaba en el aire. Samuel Sánchez, sexto en la meta, también corrió a felicitarle. “¿El muro de Huy es ya el muro de Alejandro?”, le preguntaban en la meta. “Son cuatro victorias ya, son carreras que me gustan”, se limitaba a decir el murciano. A cinco días de cumplir los 36, ha superado a Merckx en la Flecha. Pero quiere más y el domingo le espera la Lieja-Bastoña-Lieja.
Source: Deportes