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La Selección ha vuelto a dejar gotas de elixir de su mejor fútbol en Kiev. En el escenario donde, probablemente, hicimos el mejor juego de nuestra historia ante el rival más temible de nuestro pasado, con el mismo seleccionador en el banquillo, España regresó a sus esencias. Y, así, buscamos el toque, el desmarque, la presión, el fútbol combinativo repleto de calidad y de recursos, la verticalidad del balón y las ocasiones de gol.
Nos faltaron Xavi Hernández, Xabi Alonso, Iker, Piqué, Puyol, Cazorla, Ramos, Villa, Torres, Silva, Busquets, Iniesta y tantos otros y, sin embargo, ante un contrario motivado no se notó.
La gran crítica posmundialista se desmoronó ante un equipo nuevo, plagado de futbolistas que mezclan la juventud y la experiencia, la clase, el toque y la distinción. Habíamos dado con la receta y llevó su tiempo encontrar los ingredientes, los principios activos de esta medicina que sobreexcita el buen gusto y la alegría.
Es posible que se produzcan cambios, con serenidad y criterio, que se apueste con tanto conocimiento como hasta ahora por la innovación y que, incluso, nos sorprendan algunas decisiones. Del Bosque no podía cambiar sin gozar de este abanico de jugadores maduros. Las larvas se han convertido en un grupo de futbolistas que habla del tiempo que está por venir.
Necesitamos frialdad para renovar sin destruir, para construir de nuevo un equipo campeón sobre la idea inicial, el mismo concepto y la mayor libertad e independencia. Con tiempo y sin estridentes interferencias.
Source: Deportes