El hundimiento de Mourinho

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«Es un ganador y así lo demuestra su palmarés. No tengo ninguna duda de su habilidad y de que superará este bache», dice Frank Lampard cuando le preguntan por José Mourinho. Pero todos los entrenadores dejan de ganar en algún momento y, lo que es peor, dejan de estar de moda. Después llegan los equipos de segundo nivel y la emigración a países exóticos con más dinero que fútbol. Les sucede a todos, excepto a unos cuantos privilegiados y a los que se retiran pronto, como hizo Johan Cruyff y como asegura que hará Pep Guardiola.

Mourinho, por el momento, sólo está en la primera fase. Ha dejado de ganar. La siguiente fase, o la anterior, nunca se sabe, es que los jugadores dejan de creer en el técnico. Y más tarde, es el club el que pierde la fe y el entrenador, el que pierde el trabajo.

Por el momento, los jugadores ya dan sensaciones de haber dejado de creer en su técnico. La victoria contra el Aston Villa de hace una semana fue vista por algunos como el triunfo de la revolución de Mourinho. En ese partido fueron titulares por primera vez Baba Rahman y Loftus-Cheek, que sólo habían jugado un partido cada uno saliendo desde el banquillo. Pero quizá, más que la alineación de Mourinho, el secreto del triunfo estuvo en el rival. El Aston Villa es último con sólo cuatro puntos en 10 partidos. La realidad regresó al equipo de «Mou» el pasado fin de semana, cuando cayó derrotado ante el West Ham, y Matic y Mourinho terminaron expulsados.

El Chelsea sólo tiene once puntos, la mitad de los que han conseguido hasta ahora los dos líderes de la Premier, el Manchester City y el Arsenal. Está a nueve puntos de los puestos de acceso a la Liga de Campeones y a sólo cinco del descenso. Sólo ha ganado tres partidos de diez.

Lo peor es que parece que Mourinho ha perdido también la fe en sí mismo, aunque no la arrogancia. «Si me echan, despedirán al mejor entrenador de la historia de este club», decía después de la derrota del Chelsea contra el Southampton (1-3), en Stamford Bridge. Sin embargo, no acaba de encontrar una alineación. Sólo Azpilicueta y Cesc lo han jugado todo. Los demás van rotando. Defendió a Terry de todos los ataques y luego lo sentó. Falcao, con el que comparte representante, sólo ha sido titular en dos partidos, uno en Liga y otro en Copa de la Liga.

El portugués está acostumbrado a exprimir a los equipos antes de marcharse. Lo hizo en el Chelsea y en el Inter. También en el Real Madrid, aunque la exigencia de los dos primeros años fue tan grande que fue él mismo el que tuvo que administrar su herencia envenenada en un tercer año desastroso. Ahora, en el Chelsea, le está sucediendo lo mismo que en el Real Madrid. Acaba de ser campeón, pero el equipo da síntomas de agotamiento.

No es fácil gestionar un vestuario lleno de egos, ni siquiera, aunque el ego del entrenador sea más grande que el de los futbolistas. Y la actitud del entrenador del Chelsea no ha ayudado. Por ejemplo, señalando al final del encuentro a los jugadores que, a su juicio, no habían estado bien. Tampoco ha colaborado a que haya buen ambiente el despido de Eva Carneiro, la doctora del club, a la que llamó «hija de puta» durante un encuentro por entrar al campo para atender a un futbolista de su equipo en el momento equivocado, según Mourinho.

El entrenador del Chelsea hace méritos para el despido, pero el principal problema es su sueldo y la indemnización que tendría que abonar Abramovich para librarse de él, superior a los 45 millones de euros.

Source: Deportes

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