Zidane, harto de Jekill y Hyde

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Cuando acabó la primera parte del encuentro contra el Villarreal, el Bernabéu había asistido a un hecho inédito esta temporada: el equipo había llegado al descanso sin tirar a puerta. Los 45 minutos habían pasado entre el aburrimiento y la sorpresa por el tanto en contra. La sensación de la grada es que el encuentro había empezado y sus jugadores no se habían enterado, como le sucedió también contra el Sporting de Portugal. Al equipo le cuesta arrancar y meterse en los partidos. Es como si fuera un conjunto desganado hasta que le llegan los problemas, como si necesitara un empujón o sentirse cerca del abismo para ponerse manos a la obra. O como si fuera en el desorden cuando mejor se maneja.

Intensidad o fútbol. «Es el Madrid el que te echa para atrás», explicaba Escribá sobre la segunda parte. Pero durante la primera, como el Sporting, sin perder el orden atrás, su equipo fue atrevido y quiso jugar la pelota. En ambos casos, los de Zidane no tuvieron fútbol ni insistencia suficiente para ir a por el rival. Siete remates hizo el Madrid contra el Villarreal antes del descanso, y 15 en la segunda mitad: seis a puerta. Uno fue gol, otro lo salvó Asenjo en una parada espectacular y dos rozaron los postes. Fue un asedio. En su estreno en Champions sucedió algo similar: 5 remates en la primera parte, el doble en la segunda. La producción ofensiva se dobló porque se había doblado la intensidad.

Zidane hablaba de que el esfuerzo colectivo de la segunda parte no había existido antes. La actitud de los jugadores cuando empezaban los encuentros era una de las quejas recurrentes de Ancelotti, hace ya dos años. El italiano, como le sucede ahora al francés, no conseguía que sus jugadores estuvieran alerta en los primeros instantes, como si no fueran conscientes de que los minutos que se escapan en esos momentos luego pueden resultar fundamentales y no da tiempo a reaccionar. La temporada pasada Zidane convenció a sus futbolistas de que se podía ganar la Champions, ésta les ha puesto en tono físicamente y ahora su trabajo es que no dejen escapar los partidos por una actitud equivocada. «Lo tenemos que trabajar porque no es la primera vez que entramos en un partido así. Lo vamos a intentar rectificar. Lo vamos a pensar y lo vamos a trabajar», explicaba.

Pero desde que llegó al banquillo, a Zidane no le ha importado moverse en partidos donde se juega poco o donde su equipo juega replegado gran parte de los minutos. Sabe que tiene a favor el aspecto físico y que sus jugadores llegan más enteros que el rival al final de los encuentros y el primer paso de su filosofía consiste en no perder los partidos antes que ganarlos. El Villarreal dominó, como lo hizo el Sporting de Portugal gran parte de los minutos, pero ambos, casi siempre, lo hicieron sin ningún peligro hacia la portería blanca. Era un control sin riesgo y casi sin oportunidades. Al Madrid no le importa que el rival tenga el balón o se crea que domina la situación. Se siente cómodo así. Es cuando el partido se desordena y cuando necesita el gol de verdad, cuando la intensidad del Real Madrid es terrible y los rivales se echan atrás y pierden o están muy cerca de perder los encuentros. Después del descanso, los de Zidane hicieron hasta 33 centros al área y dieron 122 pases en la zona de ataque. Durante la primera parte, sólo habían dado 72.

Source: Deportes

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