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«Con todo lo que he pasado allá, todo esto es una alegría», decía el Kun Agüero cuando llegó al Atlético de Madrid. Acababa de alcanzar la mayoría de edad y todo para él era motivo de broma. Que había llegado a Madrid para disfrutar lo comprendieron sus compañeros cuando, en el primer viaje de pretemporada, mientras esperaban las maletas en un aeropuerto, en lugar de su equipaje se encontraron al Kun sobre la cinta transportadora. Leo Franco lo quiso «matar» y desde entonces se convirtió en su consejero, su hermano mayor y, casi, su guardaespaldas.
No había nada trascendente para él, que había dejado a la mayoría de sus amigos de la infancia en la cárcel o en el cementerio. «Yo hubiera acabado igual si no fuera por el fútbol», confesaba. El club tuvo que educarlo no sólo futbolísticamente, también fuera del campo. Le cambió la dieta. Cuando llegó sólo comía carne, nada le hacía olvidarse del asado hasta que el cuerpo médico del club le convenció de los beneficios de una alimentación más equilibrada. Perdió peso y sacó mejor partido de su velocidad.
Los compañeros aguantaron sus bromas, pero también los empleados del club. En la tercera jornada de Liga de su primer año en el Atlético, el equipo jugaba en Bilbao. Antes del partido, cuando Enrique Ramón, entonces jefe de prensa del club, pidió la alineación para facilitársela a los medios, fue Agüero el que se la dio. «La que ha liado el míster», le dijo. Por suerte para él, Quique prefirió contrastarla con Javier Aguirre, que era el entrenador. Sólo jugaban tres de los que le había dado el Kun, que no podía contener las carcajadas.
No tardó Agüero en darse cuenta de que un futbolista no es una persona normal. Vivía muy cerca del Cerro del Espino, la ciudad deportiva del Atlético en Majadahonda, y le gustaba ir andando al entrenamiento. Así lo hizo hasta que el jefe de seguridad del club le advirtió de que debía cambiar de hábitos. «Eres un cheque al portador de 23 millones de euros y, aunque esto no es Buenos Aires, no podemos correr riesgos», le dijeron.
Así, poco a poco, Agüero fue siendo consciente de que pocas cosas eran igual que en Buenos Aires, a pesar de la cantidad de argentinos que lo rodeaban en el equipo y que llenaban su casa de manera constante. Se entendió bien con Forlán, porque los dos eran sudamericanos y les unían el asado y el paso por Independiente. Al uruguayo no le importó trabajar para que luciera el Kun en su primer año. Al Kun tampoco le costó trabajar para la Bota de Oro de Forlán.
Todos los entrenadores contaron con él. Aunque cuando Miguel Ángel Gil anunció a Quique Flores que iban a traspasar a Forlán, el técnico le dijo que si había que vender a uno, vendieran al Kun. Al final, salieron los tres casi al mismo tiempo. Agüero quería irse al Madrid, pero acabó en Mánchester. Allí ha ganado dos Ligas y fue máximo goleador el año pasado. Ahora quiere la Champions.
Source: Deportes