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Al Madrid le gusta Mourinho; es decir, los moradores principales de la planta noble del Bernabéu le profesan fe inquebrantable y le creen capaz de obrar milagros, o de dotar al equipo de virtudes vedadas para Zidane. Le despidieron porque apagaba fuegos con gasolina, porque dividió al vestuario, donde le quedaron menos amigos que a Benítez, y a la afición. Le echaron, pero ha sido el primer entrenador del club cuya labor ha sido valorada por encima de los resultados, aunque no alcanza la categoría de fetiche. En apenas dos temporadas, Villalonga y Ganiggia metieron dos Copas de Europa cada uno en la sala de trofeos. Él agotó su tiempo con una Liga que, como se la ganó al Barcelona de Guardiola, pesa más que las tres de Beenhakker con la «Quinta». También sumó una Copa y una Supercopa española.
Al Madrid le gusta Giménez, el central uruguayo que el Atlético fichó por un millón. Son 65 millones más IVA. Cuesta creer que Florentino Pérez invierta fortuna semejante en un central. Pepe, que costó 30 millones, le hubiese parecido caro. Y al Atlético, que pinchó en hueso con Jackson y necesita un «9», le agrada Morata. Un intercambio que incluyera a Nacho, para no dejar el centro de la defensa desguarnecido, y dos decenas de millones podría ser la solución… Es una hipótesis descabellada. No lo fue que en pleno apogeo de la pareja Pablo-Perea, y tras un ofrecimiento sin respuesta, no hubo órdago madridista porque el cuadro desentonaba en el Santiago Bernabéu.
A Fernando Alonso le gusta correr y quería subirse al coche en Bahréin; pero los médicos de la FIA, con buen criterio, no le han dejado. Con la vida no se juega, ni con la bolsa del socio.
Source: Deportes