Se apaga la mecha

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«He venido aquí no sólo para contaros lo bien que me van las cosas en el Tour… que bueno, que… quiero anunciaros que éste es mi último año en la competición». Para decir esta corta y sencilla frase, Purito Rodríguez emplea más de un minuto largo. Llena de vacíos los silencios en los que se traba, deja espacio a los sentimientos, aguanta la emoción y traga las lágrimas, pero hay un momento en el que no puede más. «El ciclismo es lo mejor que me ha pasado en la vida y lo más grande, pero es hora de dejarlo». Llora Purito, que quiso despedirse en Andorra, su residencia desde hace años.

Llora el ciclista más explosivo del pelotón, el más dicharachero y gracioso. El más inesperado, natural y agradable. «Prefiero dejarlo a un nivel alto porque llega un momento en el que tienes que parar», explica. «Noto la misma ilusión que en el año 2000 cuando Manolo Saiz me pasó a profesionales, pero es hora de decir adiós». Purito ya tiene 37 años, dos hijos que empiezan a hacerse mayores, Pablo y Elsa, y de los que se ha perdido sus primeros años de vida. No quiere perderse más. Siempre dijo que en su decisión de retirarse cada vez pesaba más la familia, que cada vez tiraba más.

«Me gustaría que me recordasen como un corredor activo y valiente. O por mi manera de ser, natural», deseaba, «no me suelo acordar de lo malo, sino de lo bueno. Creo que eso sucederá conmigo». En su palmarés brillarán por siempre podios en la Vuelta a España, la Vuelta al País Vasco que ganó el pasado año, dos Giros de Lombardía, la Flecha Valona y su tercer puesto en el Tour del 2013.

Pero Purito, además de por su estilo inconfundible y la dinamita en las piernas que le hacía casi inalcanzable, será recordado por sus grandes derrotas. Por haber tocado con la yema de los dedos triunfos históricos que se le acabaron escapando. El Giro de 2012 que perdió frente a Ryder Hesjedal el último día, la Vuelta a España de ese mismo año en la histórica jornada de Fuente Dé, donde Alberto Contador le arrebató el maillot rojo con un ataque lejano y, por encima de todo, el Mundial de Florencia de 2013, donde acabó hecho un mar de lágrimas. «Di el cien por cien siempre, nunca me reservé, así que no puedo pedir más. Es cierto que me falta una grande, un Mundial o una Lieja, que es mi carrera favorita. Pero conseguí estar siempre con los mejores», se consuela Purito.

Su antepenúltimo desafío será este Tour de Francia, en el que es quinto en la general. «Y pelearé por todo», advierte. Después viajará a Río de Janeiro, para disputar los Juegos Olímpicos, donde quiere «poner el broche de oro» a su carrera. La Vuelta la deja en el aire. «Era el plan, pero no deseo ir a sufrir a mi última carrera».

Source: Deportes

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