Scariolo: «Lo más importante son los valores que este equipo comunica”

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Días después de ser campeón del mundo, Scariolo no puede dar un paso sin que le paren. No para: reuniones con la Federación y viajes a Italia, Marbella, Nueva York y destino final Toronto, para seguir con los Raptors.

–¿Se siente abrumado con las muestras de cariño?

–Te das cuenta de que lo logrado tiene una dimensión superior a todo lo de antes. Las competiciones casi siempre las hemos terminado bien, pero esta vez ha ido más allá. Es bonito ver que has hecho algo que hace feliz a la gente.

Diga algo que le haya salido mal en los últimos meses.

–Sí habrá cosas… las habrá… Por ejemplo creía que podíamos utilizar con más rendimiento una presión a toda la cancha que luego nos hemos dado cuenta que debimos plantearla de otra forma. Hay cosas que se pueden replantear, pero lo importante es entender pronto qué funciona y qué no para no insistir en algo que requiere un tiempo que no tienes o sencillamente que no se adapta a la realidad de la cancha. Se trata de no jugar al azar, el azar en el trabajo no va mucho conmigo.

–¿Qué les contará a sus nietos?

Si por entonces se siguen leyendo libros, que no lo sé, que vean unas enciclopedias que hacen unos amigos de Navarra, unos tomos enormes que hacen desde hace más de 20 años y ahí estará seguro. Espero que cuando lleguen los nietos puedan seguir leyendo libros y educándoles en la lectura porque se está perdiendo. Yo mismo estoy muy descontento conmigo por lo poco que puedo leer y el poco tiempo que encuentro para ello.

–¿Cuál es el último libro que ha leído?

–Uno en inglés acerca del ego como tu mayor enemigo. Es impresionante la manera en que te abre los ojos, en dos o tres capítulos. Te descubre los disfraces que utiliza el ego para afirmarse. Hay que tener cuidado y hay que quitarle el careto. Ha sido un libro muy, muy útil.

En la victoria en el Mundial ha habido muy poco ego y ha resultado para la gente, de dentro y de fuera del baloncesto, conmovedora…

–Así me ha llegado porque he estado inundado de mensajes y en ellos se percibe la sinceridad. Yo siempre tiendo a ver a la gente buena, la gente de mi alrededor me dice que tenía que ser menos optimista y positivo, pero bueno… No ser optimista y positivo no me ayudaría a ser mejor persona ni a vivir mejor.

El equipo ha sabido transmitir muchas cosas más allá de lo que se veía en la pista.

–Desde luego. El oro nos lo empezamos a plantear como un objetivo real tras ganar a Serbia. Y llega el éxito, un éxito importante, pero que es un momento más de tu vida. Yo no creo que sea alguien diferente a como era antes del anillo de la NBA o de ser campeón del mundo. Me veo igual, con ganas de estar con mis amigos, de volver a estar con mi familia, de volver a meterme en el trabajo en el equipo, con ganas de reunirme con los colaboradores de la cantera para progresar y mejorar, pero realmente hay mucho más. Lo más importante son los valores del deporte y los valores que van más allá del deporte y que este equipo comunica.

–Llaman la atención los elogios unánimes a su figura. En este país eso es casi un milagro…

–Soy bastante mayor como para creerme todo. Vas madurando y desarrollando un rumbo que va al margen de los humores externos. Pero no hablo de la gente de la calle porque esa gente siempre está muy por encima en bondad y sinceridad de los que se tienen que ocupar de esto profesionalmente. Entiendo que en el trabajo que hago el resultado es determinante, pero lo que he aprendido es a independizarme un poco de todo. Yo sé la calidad del trabajo que se ha hecho y no creo que haya sido mejor que otros años. El resultado es el mejor, pero no me dejo llevar los elogios o de las críticas. Me interesa la evaluación que hacemos con el cuerpo técnico y con los jugadores.

–Sus ayudantes…

–Ellos han reforzado en mí la idea de que si hay buenos profesionales y gente con capacidad de trabajo, motivada y que se siente importante, se puede llegar a echar muchas horas en esto. Y eso me ha pasado a mí. Siempre he confiado en mis colaboradores, he dejado mucho espacio y mucha cancha porque siempre aprendes alguna forma nueva para involucrar y motivar para que el trabajo sea mejor. Hemos trabajado muy parecido a como se trabaja en la NBA.

–Se ha reunido con la Federación, ¿pensando en Tokio?

–Sí, pero no en el equipo. Eran centradas en la planificación de la pretemporada. Hemos hecho un preboceto, me gusta tener la posibilidad de desconectar, pero tras haber fijado bien unos puntos importantes para poder trabajar.

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–Le gusta tener controlado el mayor número de factores posibles cuando trabaja.

–Durante el campeonato hemos tenido que… improvisar no es la palabra, hemos tenido que arriesgar y elegir. Siempre tiene que haber un plan inicial, la improvisación pura y dura, sin base, está destinada al fracaso. Tiene que haber una base planificada y luego siempre modificas algo. No ha habido un solo partido en el que hemos empezado con un plan de partido, un plan de rotaciones y que luego ha sido modificado en algo, pero tampoco mucho. Hay que tener la flexibilidad para hacerlo, pero si tienes que cambiar mucho tu plan sobre la marcha igual lo que tienes que hacer es mirarte mejor el plan de partido inicial.

–La clave en la unanimidad con su figura es que esos cambios, esas decisiones sobre la marcha han salido todas o casi todas muy bien.

–Creo que ha sido más importante la construcción del equipo, el reparto de los roles, las relaciones personales, el sistema de juego y luego la preparación de los partidos. Hemos tomado una decisión inicial de tomar muchas variantes defensivas diciendo a los jugadores que no íbamos a ser demasiado profundos en ellas. Queríamos que la defensa individual fuera la base de nuestra defensa, pero luego en un entrenamiento dábamos cinco minutos a otra defensa para que estuviera en la cabeza de los jugadores. Esos minutitos nos han ayudado a que en los partidos cuando se planteaba algo, los jugadores lo tenían muy asimilado en su cabeza y ha funcionado.

–¿Qué le dice su familia sobre su futuro: acaba en 2020 después de los Juegos?

–Hay que dejar pasar tiempo, ahora no es el momento, pero la familia va a ser decisiva.

–Afronta ahora su segunda temporada como entrenador asistente en los Raptors, ¿qué pasos quiere dar?

–El año pasado los meses de octubre, noviembre y diciembre fueron muy duros porque yo no estaba a la altura. Y luego pasé al extremo opuesto porque casi me sentí agobiado de las responsabilidades que tenía y de la cantidad de decisiones que debía asumir. Ahora estoy muy cómodo con lo que tengo, me gusta mucho y eso que en la NBA lo de disfrutar de los entrenamientos, pues… son algo muy sui generis, son atípicos, pero estoy contento con mi rol, por cómo he acabado encajando. Ha sido una conquista progresiva porque ha habido momentos muy duros en los que no estaba contento de mi prestación.

–¿Le quedan dos años de contrato con los Raptors, maneja la opción de ser entrenador jefe como el siguiente escalón?

–Hombre, se podría… Yo francamente no tengo la obsesión de ser entrenador jefe en la NBA ni tengo la previsión de que pueda pasar. Igual soy demasiado racional y demasiado lógico, pero no creo que sea lo más probable que pueda producirse. Sé que mi trabajo es reconocido por parte de entrenadores NBA que me han mandado mensajes, he leído muchas cosas que se han valorado, pero no es algo que me agobie. En la vida del entrenador siempre se está con la ansiedad de crecer, mejorar, subir, pero no siento esa urgencia. Tengo dos años más de contrato en mi actual rol y si entonces surge alguna propuesta la escucharé, pero no hay ninguna ansiedad.

–Volviendo a la selección, ¿no cree que se pensaba que tenía menos potencial del que tenía en realidad? Un poco como le sucede al país.

–Seamos una vez más racionales. Teníamos menor cantidad de talento, igual comparable al de 2015, pero el talento es que no es el único factor. Las previsiones se hacen en base a los nombres, el talento y la calidad ofensiva, pero el baloncesto nos enseña que hay muchas más cosas. Quizá es cierto que no se valoraba suficiente la capacidad de juntar más cosas más allá del hecho de meter canastas. Y España como país está sobreviviendo a una etapa de provisionalidad tan marcada y tan reiterada. Y si lo hace es porque tiene un pulmón muy importante de energía.

–¿Sientes que el oro puede influir en la autoestima de la gente y que otros que tendrían que impulsar eso no lo hacen?

–Hemos conseguido algo que puede tener un poder fortísimo para alimentar muchas cosas. Entre ellas, la confianza y el orgullo de la gente. Ahora es responsabilidad de otros sacar rendimiento a esto. Y no hablo de un rendimiento económico, hablo también de tener más confianza en lo que hacemos.

–¿Qué tiene Toronto que no haya en España?

–Frío (risas)… El canadiense es un pueblo muy agradable porque tiene la disciplina, la organización y el respeto a las normas del norteamericano, pero tiene una humanidad más europea. Se está muy a gusto. El respeto, la forma de interpretar la vida y su relación con el mundo no nos vendría mal. Un buen sitio para vivir.

–Llegó a España a finales del siglo pasado, ¿ha cambiado mucho el país?

–Las infraestructuras han cambiado bastante y para mejor. España ha vivido un momento de crecimiento tremendo y ese crecimiento exagerado ha supuesto que en algunas fases haya derivado en burbujas que luego explotan, pero creo que tan mal aquí no se vive. Veo en la gente que a pesar de todo hay positividad, entusiasmo, energía. Seguiría recomendando a cualquiera España como sitio para vivir, aunque haya algunos que se empeñen que no sea así.

–¿Y reconoce a Italia cuando regresa?

–Sí porque los lugares y las personas que frecuento son los mismos de siempre. Hay cosas que se han deteriorado y hay un cierto pesimismo por la ingobernabilidad. Al país eso no le permite evolucionar con el tremendo potencial de creatividad que tiene. Me da miedo cuando se celebró en España la caída del bipartidismo. Lamentablemente está pasando lo que está pasando en Italia. El multipartidismo cuando no está bien interpretado y no funciona lleva a una inestabilidad muy fuerte. La necesidad de hacer coaliciones raras, atípicas… el poder parece hacer cosas compatibles cuando en realidad no lo son. Y eso antes o después se cae por su propio peso. Las coaliciones que se ven no tienen sentido porque no comparten valores ni proyectos.

Source: Deportes

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