Saque, volea y reloj

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El escándalo de las apuestas no da para grandes nombres, de momento, pero sí para historias de película. Y éstas suceden en los «Futures» o en los «Challengers», los torneos de segundo orden que escapan de la vigilancia más estrecha de la Federación Internacional de Tenis (ITP) y del circuito profesional (ATP). Las mafias se han adaptado a las nuevas tecnologías y sacan partido de ellas para seguir haciendo negocio.

Así se denunció en la revista «Vice» con algunos torneos en Surámerica. Los grupos organizados que actúan en torneos menores de la zona contactan con los jugadores y a los que aceptan y tienen menos recursos los «patrocinan» con relojes inteligentes. El procedimiento para amañar los partidos o simplemente algún juego o algún punto concreto es muy sencillo. El reloj es un elemento más en la indumentaria de los jugadores. Muñequeras, coderas, cintas, gorras… Y el reloj. Hasta aquí ningún problema. Mientras algunos, como Nadal, exhiben gracias a sus patrocinadores piezas que rozan el millón de euros, los jugadores anónimos que aceptan los amaños usan los relojes inteligentes como elemento fundamental en su fraude. En las gradas siempre hay algún contacto del grupo mafioso de turno encargado de enviar mensajes visuales o al reloj del jugador implicado. El tenista recibe el mensaje y en ese instante ya sabe cómo tiene que actuar para que las apuestas ilegales sigan resultando rentables. Se trata de cambiar la historia del partido cuando puede haber mayor volumen de negocio para que las mafias y los jugadores anónimos saquen el mayor beneficio. Evitando, eso sí, situaciones sospechosas. Lo más vigilado son los sets que terminan con un rosco o partidos como el famoso Davydenko-Martín Vasallo que movió siete millones de dólares en la página de Betfair, una cifra desconocida. Las sospechas fueron inmediatas.

Y es que según un estudio realizado por el investigador y matemático australiano Michael K. Bane, publicado hace un año y encargado por la ITF y la Federación «aussie», de más de 8.800 jugadores estudiados, el tenis sólo es rentable para un 1,8 por ciento de los tenistas. Casi la mitad de los que compitieron en ATP y torneos menores –hay que contar que se celebran unos 20 semanales– no tuvo ningún tipo de beneficio y el uno por ciento de los profesionales se embolsó más del 60 por ciento de los premios. El 95 por ciento de los jugadores juega únicamente para financiar sus viajes. Los costes de los entrenamientos, el equipamiento, la alimentación y las estancias en los torneos corren a cuenta de la familia.

Para sobrevivir con dignidad en el circuito se asegura que hay que estar entre los 160 mejores del mundo. No se trata de ganar dinero, se trata simplemente de no perderlo. El estudio contempla que para poder progresar en el circuito es necesario embolsarse al menos en torno a 150.000 euros. La clase media y media-baja del circuito gana menos de 50.000 euros y muchos de estos jugadores, para ahorrar gastos, incluso comparten entrenador.

La diferencia entre los premios de los torneos resulta muy llamativa. Competir en citas que no forman parte de la ATP raramente supone un premio con cuatro cifras en dólares. Caer en la ronda previa del Abierto de Estados Unidos, no llegar al cuadro principal, puede suponer unos 7.000 dólares, aunque si se descuentan todos los gastos el beneficio no supera los 2.000, el precio de tres o cuatro relojes inteligentes.

Source: Deportes

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