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«A mí también me cortaron en pedacitos», decía Bauza, seleccionador argentino y, hasta nueva orden, el único miembro de la albiceleste que hablará con la prensa. El técnico apoyó la decisión de sus futbolistas de vetar a los medios después de que un periodista asegurara que Lavezzi se quedó fuera de la convocatoria frente a Colombia por haber fumado marihuana en el hotel de concentración. «Lo que se ha dicho es muy grave. Mucha gente compra todo lo que se dice y preferimos cortar esto de una vez. Sabemos que hay muchos de ustedes que no están en el juego de faltarnos al respeto, pero lo de meterse en la vida personal hay que cortarlo porque es muy grave. Nos van a seguir matando y diciendo un millón de cosas, pero nosotros no vamos a ser partícipes de eso», explicó Messi, rodeado por sus compañeros. Algo parecido sucedió con la selección en el 98, entonces los que hablaron fueron Simeone y Batistuta.
El martes, el líder fue Messi dentro y fuera del campo. Tomó el micrófono ante los medios, y en el campo liberó a Argentina de su mal momento futbolístico. No es que la albiceleste bordara el fútbol, pero se sintió fuerte en defensa y dejó que su estrella hiciera el resto. Primero, un golazo de falta por la escuadra; después, un balón delicioso para el cabezazo de Pratto, y finalmente un arranque de rabia que acabó en un robo de balón y su segunda asistencia de la noche para que Di María hiciera el tercero. Gritó con rabia Leo y Argentina volvió a mirar con optimismo al Mundial de Rusia.
«Con Messi en esta dimensión es imposible, porque él solo marca una diferencia notable», se lamentaba Pekerman tras la exhibición de su compatriota. Una más que consiguió traer la calma para la albiceleste sobre el campo. Fuera, el ruido sigue y los jugadores han decidido callar.
Source: Deportes