¿Llegarán los ataques?

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«Tenemos un plan. Mi papel creo que será muy importante y lo tenemos que aprovechar tanto en Emosson como los demás días. Es algo que hemos pensado, pero no podemos decirlo ahora», dice Alejandro Valverde. Lo que se espera son cohetes. Fuegos artificiales. Un espectáculo de pirotecnia excepcional en cada una de las tres etapas alpinas, sin contar la crono, que le quedan a este aburrido e insignificante Tour que, de momento, quedará recordado para la posteridad como la ronda gala donde el líder echó a correr Mont Ventoux arriba. Y será recordado por ello no sólo por lo histórico del asunto sino, sobre todo, por la falta de espectáculo y la sensación de que los rivales ya han entregado la cuchara a una semana de llegar a París. Hasta el propio Froome lo dice. «Me esperaba más ataques de mis rivales». Está siendo demasiado fácil portar el amarillo hasta los Campos Elíseos. «Quizá están reservando fuerzas para la última semana».

Echar un vistazo al libro de ruta puede darle la razón al keniano blanco. Lo que queda es un infarto empezando por hoy, 184 kilómetros con final en el Finhaut Emosson con otros tres puertos puntuables por el camino. El jueves será el turno de la cronoescalada a Megeve, 17 kilómetros cortos pero explosivos con pendientes que llegan al 9’5%. Sin tiempo para la recuperación, el viernes será el momento de escalar el coloso de Europa, el Mont Blanc. Y la traca final el sábado, con una llegada a Morzine tras una salvaje jornada que incluye el Col des Aravis, la Colombiere, el Col de la Ramaz y el Joux Plane. Un rosario de puertos para aislar al Sky, dejar solo a Froome y hacerle sufrir.

Pero sólo con ver su actuación durante todo este Tour y escucharle hablar hay poca esperanza donde agarrarse para el aficionado que, entre somnoliento y aburrido, asiste a este Tour con más ganas que nunca de que se acabe el próximo domingo y de que se lo den ya a Froome, que al fin y al cabo, es el único que se lo merece. «Creo que estoy más preparado para encarar la tercera semana que en ninguna de las otras ediciones en las que he corrido el Tour», cuenta el maillot amarillo.

En la casa telefónica no bajan los brazos porque se aferran al rayo de sol que ilumina el recuerdo del año pasado, cuando, enfermo y vacío, Froome sufrió lo indecible para llegar hasta la cima del Alpe d’Huez mientras Quintana echaba el resto para intentar ganar el Tour. Fue demasiado tarde. Desde entonces, el colombiano ha predicado que aprendió de aquello, que fue una lección y que no lo repetiría, que no esperará tanto. No lo parece. «Las cosas no salen siempre como a uno le gusta», se defiende Quintana. A él, directamente no le han salido. Apenas dos débiles movimientos en el Mont Ventoux antes de que se produjera el incidente que derribó a Froome se han visto por parte del líder del Movistar. «Los demarrajes por ahora le han hecho poco daño», reconoce. «Tenemos que intentar atacarle cuando su equipo esté desgastado. Vienen días bonitos, es un terreno que ha marcado mi historia y tengo ilusión por hacerlo bien».

Esa ilusión la tiene también Chris Froome, que sigue esperando que le ataquen, que al menos den algo de espectáculo. «Son ellos los que tienen que moverse, no yo. El Tour no está terminado y puede pasar de todo. Basta un día malo para perderlo. No voy a decir que lo mejor está por llegar, pero estoy seguro de que encaro la tercera semana mejor que las dos ediciones que he ganado». Ya puede ser bueno el plan de Valverde y el Movistar.

Source: Deportes

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