Las dos caras del ganador de la Vuelta, Primoz Roglic

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«Tres preguntas”. Ésa es la frase más escuchada en las comparecencias de prensa de Primoz Roglic como maillot rojo de la Vuelta. Ante los periodistas se muestra serio, comedido en sus declaraciones hasta el punto de no decir casi nada, y bordeando los límites de la educación. Al esloveno no le importa dar la sensación de que le molesta perder tiempo con la prensa, no le preocupa parecer un “sieso”. Ni siquiera en su última conferencia de prensa, ya como ganador virtual de la carrera. Estaba más relajado, eso sí, y en vez de las acostumbradas tres fueron cuatro las preguntas. Fue más expresivo su pequeño hijo, que no dejaba de llorar en la sala de prensa mientras el padre remataba su primera grande.

“He sonreído en secreto en los días anteriores”, asegura. “Es un sentimiento muy bonito saber que no nos quedan grandes puertos de montaña por delante. Mañana cuando acabe todo sonreiré más”, añade. Pero en el pelotón, parece, todo cambia. “Lo veo una persona fenomenal en el pelotón, muy correcto, sin ningún problema con ningún compañero y muy educado”, asegura Alejandro Valverde. “Cuando uno llega a meta es difícil, llegas al límite con muchas ganas de descansar e intentas minimizar todo para seguir recuperando porque tienes podio, control [antidopaje], rueda de prensa y los rivales ya están descansando. Por eso se le puede ver más serio, pero no es así”, añade el campeón del mundo.

“Nos conocimos hace un par de años, desde que di el salto a profesional. Tenemos buena relación, nos conocemos bien. Es un buen tipo, muy respetuoso”, asegura su compatriota Pogacar. El joven esloveno, la revelación de la Vuelta, se mira en el espejo del ganador de la carrera y siempre se ha encontrado cómodo con él.

El ganador de la Vuelta huye de las polémicas. Al contrario de lo que sucede con Miguel Ángel López, que encendió los ánimos con sus críticas a Movistar tras la caída que les afectó al esloveno y a él camino de Toledo, Roglic prefirió no valorar la actuación del equipo de Valverde.

El de Roglic es un caso extraño en el ciclismo. Y no por su discreción. Su carrera estaba encaminada hacia los saltos de esquí, deporte en el que fue campeón del mundo junior. Pero un accidente le hizo modificar su camino. “No había tenido ni el respeto ni el temor necesarios. Perdí la motivación y, tras el accdente, me di cuenta de que nunca sería el mejor”, reconoce.

Fue una lesión la que le hizo encaminarse hacia la bicicleta. Empezó a montar como parte de la rehabilitación, pero cada vez se sentía más cómodo y decidió probar como profesional. Empezó tarde. Con 21 años, los que cumple el próximo sábado su compatriota Tadej Pogacar, aún no montaba en bici. Fue con 23 cuando dio el salto al profesionalismo con el Adria Mobil de su país y en 2015 las victorias en la Vuelta a su país y en Azerbaiyán y el segundo puesto en el Tour de Croacia llamaron la atención del Lotto Jumbo, que lo convocó para una prueba. “Es un recuerdo bastante lejano Fui justo después de vacaciones sin haber tocado casi la bicicleta pero hice las pruebas igual y salió bien”, reconoce.

El año pasado rozó el podio del Tour y este año, cuando parecía que el Giro llevaba su nombre, se le torció todo hasta acabar tercero. Una historia parecida a la de Simon Yates el curso pasado, cuando se derrumbó en los últimos días de la carrera italiana para acabar imponiéndose en la Vuelta. Roglic ya tiene su primera grande. Es la última hazaña del deporte esloveno, que acumula éxitos en el esquí y en el baloncesto. Ahora ha llegado al ciclismo. «No sé cuál es el secreto, pero somos muy trabajadores y luchamos por cada oportunidad. No sé lo que nos hace tan buenos, pero sé que es una gran nación de deportistas», reconoce su compatriota Tadej Pogacar. El futuro que ya está aquí.

Source: Deportes

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