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Cuando el Real Madrid visitó al Barcelona hace dos semanas, los azulgrana disfrutaban de su mejor momento. Llegaba con 39 partidos invicto en todas las competiciones, clasificado para los cuartos de final de la Liga de Campeones y líder en la Liga con una ventaja considerable: nueve puntos por encima del Atlético y diez sobre el Madrid. El campeonato español parecía liquidado y sólo necesitaba centrarse en la Champions y en la final de Copa pendiente contra el Sevilla.
Pero desde que marcó Piqué en el clásico, todo ha ido mal para el barcelonismo. Remontaron Benzema y Cristiano y todo lo que el Barcelona había construido hasta ese momento pareció derrumbarse. De los últimos cuatro partidos ha perdido tres y sólo ha ganado uno –el de la ida de la Liga de Campeones contra el Atlético–, ha quedado eliminado de la Champions y ha perdido seis puntos de ventaja respecto a sus perseguidores.
Ni siquiera el tridente parece tan fiable como antes. La excursión para disputar las eliminatorias mundialistas de la zona sudamericana no les ha sentado bien. Llevaban 107 goles entre todas las competiciones antes del parón de selecciones. Después sólo han sumado dos más, los que marcó Suárez al Atlético la semana pasada. Y el Barcelona sólo ha conseguido uno más, el de Piqué al Real Madrid. Tres goles en cuatro partidos de los azulgrana, unos datos muy lejanos a los habituales. «Hay días que llueve y otros sale el sol», es la única explicación que encontró Luis Enrique después de la derrota contra el Atlético.
«Soy responsable al 99,99 por ciento, bueno no, al 100 por 100. Para eso soy el entrenador y el máximo responsable. No pretendía tener menos del cien por cien», asumía Luis Enrique después del encuentro. Aunque el preparador asturiano no ha cambiado nada en las últimas semanas. Pero es posible que ése sea el problema. La alineación del Barcelona se recita de memoria, como las antiguas. Sólo cambia el portero –Bravo, en la Liga; Ter Stegen, en Europa–. Los demás son siempre los mismos: Alves, Piqué, Mascherano, Jordi Alba; Busquets, Rakitic, Iniesta y los tres de arriba. No tienen relevo, porque faltan suplentes o porque Luis Enrique no se plantea sustituir nunca a algunos jugadores. Rakitic y Alves, los dos que fueron sustituidos contra el Atlético, son los preferidos cuando hay que hacer un cambio. Rakitic ha sido sustituido 10 veces en Liga y 6 en la Liga de Campeones. Habitualmente es Arda el que entra en el campo cuando él se marcha. Un cambio que lleva al desequilibrio al equipo de Luis Enrique. El turco abandonó el Atlético cansado de correr y Rakitic es el que más corre en el centro del campo. El croata recorrió 7,8 kilómetros el pasado miércoles en el Calderón, 800 metros más que Messi, a pesar de que fue sustituido en el minuto 64. Alves ha abandonado el campo por decisión de Luis Enrique en 6 ocasiones en Liga y una más, la del miércoles, en la Champions. Sólo Iniesta, normalmente por cansancio o para no sobrecargarlo, alcanza cifras similares de sustituciones, tres en Liga y cuatro en Liga de Campeones.
El cansancio se acumula en las piernas de los jugadores azulgrana. Siempre juegan los mismos y la fatiga no se percibe cuando el equipo va ganando, pero cae de golpe cuando llegan los primeros contratiempos. Y más contra un equipo como el Atlético, que no regala nada. Augusto, Gabi y Griezmann corrieron más de 11 kilómetros contra el Barcerlona. Koke y Saúl, más de 12. En el Barcelona sólo Iniesta, Alba y Busquets corrieron más de 10.
Algo parecido le sucedió al Real Madrid el año pasado después del Mundialito de clubes. Igual que al Madrid de Queiroz en 2004, la temporada en que llegó Beckham. Lo eliminó el Mónaco en Europa, perdió la final de Copa contra el Zaragoza y se desplomó en la Liga que terminó ganando el Valencia de Benítez.
Los tres equipos tenían jugadores «intocables», futbolistas que parece que siempre tienen que estar en el campo por intereses comerciales más que deportivos. El Barcelona está a tiempo de corregir esa tendencia.
Source: Deportes