La movida

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Sergio Ramos casi sale a penalti y a gallo por partido esta temporada; pero ni los fallos evitables ni esas distracciones que antes no se permitía y ahora son habituales le arredran. Sergio es de los que nada más caer se levanta. Orgullo, raza y un pelín de soberbia a tono con la chulería que después de pedir disculpas le impulsa a retar a los críticos. En ocasiones responde a cada cantada con goles. Contra Italia no pasó de lo primero, y fue una lástima porque durante una hora España recordó a ese equipo que en un glorioso decenio deslumbró al mundo.

La movida de Ramos, sus filias y fobias en el país de los cainitas, es una; la del portero Cuéllar, otra. Cualquiera de las dos, en las antípodas de aquel movimiento madrileño de los 80 porque sólo obedecen a intereses muy particulares. En este caso no es moda sino venganza jaleada por el rebaño. Un periodista deportivo no hizo bien su trabajo, en la redacción de su periódico terminaron de consumar el esperpento, un yerro más grande que los de Sergio, y el guardameta del Sporting entró en la sala de prensa como un elefante en una cacharrería y en lugar de llamar la atención al «plumilla», que inmediatamente antes intentó disculparse y explicarle la monumental metedura de pata, le insultó gravemente. Acto seguido, los corifeos de «Pichu», arbeloas de turno a quien los que ahora critica y desprecia el ex madridista subieron a los altares, la tomaron con el periodismo deportivo, como si su programa de referencia fuera el paradigma de esta bendita profesión que algunos colegas se empeñan en arrastrar y los ventajistas vituperan, alguno de los cuales no ha leído en su vida más de 140 caracteres. Así está el patio, de Monipodio.

Source: Deportes

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