La memoria del Leganés

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Cada foto que sale del álbum de Juan Antonio Rojo es una historia de aquel Leganés que no jugaba en Primera, que no hacía carteles imaginativos para anunciar los partidos de casa ni llegaba a los cuartos de final de la Copa del Rey. «Era un equipo muy familiar», recuerda el que fue delegado del conjunto pepinero durante 23 temporadas, entre 1983 y 2006. Desde Tercera hasta Segunda pasando por Segunda B. El sueño de subir más alto llegó después y ahora lo disfruta la afición, que se ha acostumbrado a recibir a los grandes frecuentemente en Butarque. Mañana lo visita el Real Madrid en la ida de los cuartos de Copa, un nuevo límite que han alcanzado los chicos de Asier Garitano y que quieren superar también.

El brillante momento actual tiene un pasado, unas memorias que Juan guarda en forma de recortes de prensa, camisetas todavía manchadas de césped y cariño, mucho cariño. «Por lo que veo en televisión las gradas y los vestuarios han cambiado mucho. Todo se ve de otra manera desde fuera. Quieras o no fueron 23 años en el club y lo llevo en el corazón. Me alegro de todos los éxitos que están consiguiendo. Hace casi doce años que me fui, pero algo así no se olvida», recuerda el hombre encargado de que Samuel Etoo llegara cada día puntual a los entrenamientos cuando siendo casi un adolescente fue cedido por el Real Madrid. «Es el mejor futbolista que tuvimos. Tenía que ir a buscarlo cada mañana al hotel, si no, se quedaba dormido. El Real Madrid le quitó la tarjeta de crédito, porque con el primer sueldo que cobró se fue a La Vaguada y se lo gastó entero. Yo lo llevaba en coche y me hacía parar en una tienda cerca del lugar de entrenamiento para que le comprara Coca Cola».

Son historias de otro Leganés, el de Jesús Polo, el presidente que reclutó a Juan cuando su carrera en el arbitraje se acabó por culpa de una lesión, precisamente, dirigiendo un partido del equipo que luego iba a ser el suyo. «Yo quería seguir dentro del fútbol y así empecé de delegado», rememora con nostalgia. «Son muchas temporadas, con sus alegrías y sus penurias. Viajábamos por carretera, claro, y en el mismo día para ahorrarnos los hoteles. «Viniendo de Sanlúcar de Barrameda, a la hora y pico de viaje se nos salieron las ruedas del bus. El conductor nos juraba que las acababa de cambiar y que estaban revisadas… La afición local nos había aflojado los tornillos y el susto fue muy grande», admite.

Además de Etoo, Catanha es otro de los grandes nombres que pasaron por aquel Leganés, entre los que están algunos ídolos indiscutibles, como Alfredito, «puro nervio al que tuve que sujetar alguna vez, pero un tío genial que fumaba en el autobús», o José Jesús Mesas, «un capitán que luchó para que yo cobrara las mismas primas por ganar que los futbolistas», añade Juan Rojo, que siempre tenía un gesto de complicidad con sus chicos. «Me llevaba mejor con unos que con otros, pero he conocido gente muy maja…».

Durante un año compartió vestuario con Emery. En la temporada 2002-03, Unai todavía era extremo, pero ya estudiaba para sacarse el título de entrenador. «Recuerdo que tenía un examen y me llamó para saber si yo le podía prestar un reglamento del fútbol. Se lo regalé», dice de los primerísimos comienzos del que ahora es el técnico del PSG.

Aquel curso, al Leganés lo dirigía Enrique Martín: «Era muy impulsivo, decía cada barbaridad a los futbolistas… Me agarró del cuello en El Ejido en el momento de hacer un cambio, aunque luego me pidió perdón en el tren de vuelta», explica Rojo, que estaba en la banda cuando Martín se metió en el terreno de juego para cortar un contragolpe del Badajoz. Desde ese mismo lugar, dirigirá mañana Garitano a este Leganés que consigue todo lo que se propone, que disfruta en la Liga y quiere hacer historia también en la Copa.

Source: Deportes

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