¿Eligió dónde morir?

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En Cercedilla todo el mundo conoce el pino de San Roque, llamado popularmente «pino solitario». Está subiendo al pico de La Peñota y desde las afueras del pueblo puede haber un par de horas andando hasta el lugar. «Las vistas son espectaculares, hay mucha gente que va allí a esparcir las cenizas de sus familiares. A veces dicen unas palabras, las echan al viento y entierran por allí la urna. Debe haber varias». Lo explica un vecino de Cercedilla que tiene bien pateado ese monte y que, sin pretenderlo, ha sido uno de los protagonistas en la desaparición de Blanca Fernández Ochoa. Se llama Alfredo Hernández, tiene 54 años («casi de la quinta de Blanca, me sacaba dos») y fue de las últimas personas que vio con vida a la medallista olímpica. Él poseía una información muy valiosa: sabía a qué montaña pensaba dirigirse Blanca. Y, aunque la comunicó, la información debió perderse por el camino. Su encuentro fortuito fue el 23 de agosto. Alfredo venía de la Repsol del pueblo y se dirigía a su casa, situada al final de la calle Molinera. Casi a mitad de camino está el monolito dedicado a «Paquito» Fernández Ochoa y fue ahí donde Alfredo se cruzó con la esquiadora. Serían sobre las 12:30 horas del viernes 23 de agosto. «Se santiguó y le dio un beso a la placa. Cuando pasé a su altura le dije: “¿Qué pasa Blanca? ¿qué tal?”» Alfredo recuerda la conversación que mantuvieron. «¿Me conoces?», dijo ella. «Sí, claro, si yo soy autóctono de aquí de la zona». Al ver que ambos se dirigían hacia la misma dirección, caminaron juntos unos minutos. Él iba hacia su casa y ella, según le dijo, a La Peñota. Alfredo le explicó entonces las rutas por las que solía subir él a ese pico y ella se sorprendió de que conociera tan bien la zona. «Sí, yo me lo tengo muy pateado todo esto», le confesó el hombre que, dice, la vio «bien, normal». «Más vieja, con más canas, porque hacía ya varios años que no la veía, pero lo mismo que pensaría ella al verme a mí: más viejo». Recuerda que iba con vaqueros, una mochila pequeña, camiseta blanca y una sudadera. Se despidieron y ella siguió hacia arriba. Por la zona que fue dice Alfredo que salen varios caminos que conducen uno a los campamentos y otro al pino solitario. Si Blanca llegó a subir ese día, volvió a bajar porque el 24 fue captada por una cámara de vigilancia en el Hipercor de Pozuelo. Los investigadores creen que esa tarde subió de nuevo a Cercedilla. Dejó aparcado su coche en el último párking de Las Dehesas, en el valle de la Fuenfría, y emprendió camino hacia La Peñota. Allí, a falta de saber exactamente qué ocurrió, parece que se sentó en un lugar con unas de las mejores vistas de la región y desde donde se ven los picos más famosos de la sierra madrileña: la Maliciosa o los Siete Picos, esa cordillera «fetiche» para los Fernández Ochoa.

Source: Deportes

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