El último hombre de Froome

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En el ciclismo las carreras sólo las gana uno, pero es imposible lograrlo en solitario, sin ayuda de nadie. Y en el Tour mucho más. Chris Froome es un líder sólido, no ha mostrado fisuras en ningún momento de la carrera, todo se lo debe a la fortaleza pero también a su equipo, el Sky, los hombres de negro. Intimidan nada más verlos. En cada etapa de montaña, cuando llega el último puerto del día el resto aguanta como puede, solo o con la compañía, al máximo y que ya es un lujo, de un compañero. Al keniata blanco le protegen cuatro o cinco que llegan junto a él a los últimos kilómetros y marcan un ritmo machacón y matador que ahoga a los rivales. Mikel Nieve, Geraint Thomas, Sergio Henao, Mikel Landa. Ellos son los encargados de escoltar al maillot amarillo cuesta arriba. Y el último, el más brillante, Wouter Poels.

Un hombre que podría estar luchando por la clasificación general si estuviese en otro equipo. Pero no. Hace dos años, cuando abandonó el Omega Pharma, hoy Etixx, eligió el Sky. «La gente que viene aquí ya sabe que viene a trabajar y él lo hace, pero además ha creído mucho en sus posibilidades, ha sido siempre muy ambicioso y cuando se tiene que poner a trabajar lo hace sin problema», cuenta su compañero David López. Poels ganó la Vuelta a la Comunidad Valenciana con un dominio absoluto desde el primer día, cuando se anotó la crono y en la última etapa ganó en Xorret del Catí. Después se anotó una etapa en la Volta a Cataluña y dos meses después daba al Sky su primer monumento, la Lieja-Bastoña-Lieja.

A Poels se le da bien tanto el calor como el frío. Es neerlandés pero de gélido no tiene nada. «Está siempre riéndose. Es el ciclista que más ambiente da al equipo», prosigue López. «Aunque algún auxiliar ya ha acabado hasta el gorro de sus bromas, siempre está feliz, incluso en los malos momentos». Y los ha tenido.

En el Tour del 2012, Poels corría con el Vancasoleil. Una montonera en la sexta etapa se lo llevó por delante a 70km/h. La cosa no pintaba bien. Los médicos de carrera lo metieron en la ambulancia pero, pasado el «shock», Poels les obligó a que abriesen la puerta y le dejasen salir. Quería acabar la etapa. Se montó en la bicicleta y a 10km/h empezó a pedalear. Aguantó una decena de kilómetros, con la mano en el costado. Dolor inhumano. Regresó a la ambulancia y lo llevaron al hospital militar de Metz. Al principio se dijo, que podía perder el riñón. Tenia 24 años y le dijeron que el ciclismo se había acabado para él. «Se me vino el mundo encima, la bici era mi vida». Pasó dos semanas en la UCI, tres más ingresado y tres meses sin tocar la bicicleta. Consiguió salvarse. Él, su riñón izquierdo –al que le falta una pequeña parte– y el ciclismo.

En 2015 fichó por Sky y se ha convertido en el mejor gregario de Froome: «Yo sólo pongo mi ritmo, incluso cuando atacan los rivales. Primero les dejo que ataquen, después veo lo rápido que van y por último calculo cómo atraparlos. Tenemos todo bajo control».

Source: Deportes

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