El último escalón

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«Tengo que pensar», decía Diego Simeone después de la final de la Liga de Campeones. El Cholo amenazaba con replantearse su futuro después de haber perdido su segunda Champions contra el Real Madrid en tres temporadas. Detrás de las palabras del entrenador rojiblanco asomaba la impotencia del que piensa que lo ha dado todo sin llegar a alcanzar el objetivo. El Atlético concentró sus fuerzas y su ambición en conseguir su primera Copa de Europa, pero se quedó en la orilla. Dos años después, el resultado era el mismo y contra el mismo rival: derrota contra el Real Madrid.

La Champions ha castigado al Atlético con las formas más crueles de sufrir una derrota. En 1974 recibió el gol de Schwarzenbeck en el último instante de la prórroga cuando ya se veía campeón. En el partido de desempate lo atropellaron los alemanes. En 2014, el gol de Sergio Ramos alargó el sufrimiento en una prórroga con final anunciado. Y la temporada pasada el castigo llegó en los penaltis.

El consuelo para el Atlético llega en la Liga. Es el último título grande que han celebrado los rojiblancos. Aquel gol de Godín en el Camp Nou en 2014 es la última gran alegría de un equipo que en los últimos dos años sólo ha ganado la Supercopa de España de 2014. Dos años sin nada que celebrar son demasiados para un equipo que se ha acostumbrado a competir con los mejores.

El triunfo del Atlético en los últimos años ha sido disputar la Liga y la Liga de Campeones frente al Real Madrid y el Barcelona, pero le falta ascender un escalón más, el de los títulos que se le han negado en las dos últimas temporadas. Para ello el club rojiblanco continúa dando pasos. Por ejemplo, no traspasar a ninguno de sus jugadores clave. Hace tiempo que el Cholo dio instrucciones para que no se traspasara a Koke ni Godín. Eran los únicos imprescindibles para él en un equipo que se iba regenerando sin descomponerse nunca. Sólo cinco de los jugadores que disputaron la final de Champions en 2014 repitieron en 2016. Y sólo tres más continuaban en la plantilla.

El Atlético se veía obligado cada año a vender a algunos de sus mejores futbolistas para poder sobrevivir. Después de 2014 se marcharon Courtouis, que estaba cedido por el Chelsea, Diego Costa y Filipe Luis. La temporada pasada el club vendió a Miranda y Arda. Pero este año el Atlético ha evitado desprenderse de sus mejores hombres. Años atrás hubiera aprovechado la Eurocopa de Griezmann –mejor jugador y máximo goleador– para obtener un generoso traspaso. Pero la respuesta del club ha sido unirlo a la cuota de imprescindibles, renovarlo hasta 2021 y situar su cláusula de rescisión en 100 millones de euros.

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El traspaso rentable ya lo hizo en enero con la marcha de Jackson Martínez a China, lo que le ha permitido componer una plantilla lo más parecida posible a los deseos del Cholo. Porque, además, ha llegado Gaitán, un viejo deseo del entrenador rojiblanco, y Gameiro, el delantero que necesitaba para completar su equipo.

El Atlético ha olvidado la inestabilidad de épocas pasadas desde que Simeone se sienta en el banquillo. Ha aprendido a trabajar con paciencia y la primera muestra fue la renovación del técnico hasta 2020. Ya no hay urgencias, aunque el proyecto necesita títulos para asentarse.

El susto por la amenaza de huida de Simeone parece que ha pasado. Tan grave para el Atlético era su marcha como que se hubiera quedado sin nada que decir a sus jugadores, que no encontrara la manera de motivarlos para llevarlos de nuevo al borde de los títulos. Pero el Cholo ha tranquilizado a su afición desde el comienzo de la pretemporada. «La derrota de la Champions para mí fue como una muerte y toda muerte necesita un tiempo de duelo», se justificaba. Simeone se ha tomado ese tiempo y el Atlético parece preparado de nuevo para todo.

Además, es un año especial para los rojiblancos, el último en el que jugarán en el Calderón. El verano de 2017 marca la salida hacia la Peineta, donde los socios ya han podido elegir sus asientos para la próxima temporada. Quizá es ése el último empujón que le falta al Atlético para entrar en otra era. Deja atrás los recuerdos, pero también un estadio incómodo, de accesos complicados y de salida incómoda, para entrar de lleno en el siglo XXI.

El Atlético ya lo tiene todo, sólo falta que regresen los títulos.

Source: Deportes

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