El recurso del látigo

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Lo primero que hizo Zinedine Zidane al llegar al Madrid fue cambiar la forma de comunicar desde la sala de prensa. Rafa Benítez era un hombre agarrado a los números, con un discurso que no transmitía ni emoción ni felicidad. El entrenador francés sabía que también había que mejorar el entorno y, después de cada pregunta, terminaba con una sonrisa. Más que el contenido, importaba el continente: conseguir, en esos primeros días, crear un ambiente de confianza, hacerse con los jugadores y con los aficionados, comunicar, al fin, que llegaban buenos tiempos y había que mantener la esperanza.

Hasta este fin de semana ha sido un Zidane con un discurso público que se ha mantenido cercano a los jugadores cuando los partidos se han torcido. El primer revés fue contra el Betis, un choque que el Real Madrid empató, pero que, según su entrenador, mereció ganar por su reacción en la segunda mitad. Igual pasó después del empate en casa del Málaga. Tras la derrota contra el Atlético tuvo que cambiar un poco. Fue un Zidane exigente, pero aún comprensivo. Dijo que los futbolistas tenían que dar más, pero también: «Los jugadores juegan, pero la responsabilidad la tengo yo». Incluso ese día, en una conferencia de prensa que duró diez minutos, sonrió un par de veces y gastó una broma.

Aunque que ha habido broncas en los descansos de algunos partidos, Zidane ha fomentado la camaradería y el buen ambiente en el vestuario siendo un entrenador muy activo en los entrenamientos y públicamente elegía siempre el discurso más positivo. Sabía que las distancias que se crearon entre el vestuario y Rafa Benítez nacieron, en varias ocasiones, porque el ahora entrenador del Newcastle no supo manejar el discurso frente a la Prensa.

Pero las buenas palabras y las buenas intenciones se han quedado en nada o no han servido para hacer un equipo más regular o más consistente. Ayer, Zidane, según colgó su hijo Enzo en Instagram, pasó un día familiar en la nieve. Se le veía sonriente y relajado, nada que ver con la imagen del domingo, sin una sonrisa y, por primera vez desde que llegó, siendo apocalíptico. Antes siempre había una salida, un futuro y se estaba trabajando en ello. «Así no vamos a ninguna parte», llegó a decir, sin cambiar el gesto de la cara, sin una concesión. Se ha acabado el tiempo de las buenas caras. Y eso que el equipo había ganado. Queda un mes y el entrenador del Real Madrid se ha puesto serio. Muy serio.

Source: Deportes

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