El final feliz de Phelps

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Se acabó. Michael Phelps ya es mortal después de anunciar que se retiraba, por segunda vez, pero ésta parece la definitiva. Se va en paz, como quiere, no como en Londres, donde algo le corroía por dentro y poco después le hizo entrar en una depresión que a punto estuvo de costarle muy cara. «Dije que volvería para que el mundo viera lo que soy y esto es lo que soy», anunció después de conquistar su vigésimo tercera medalla de oro, esta vez en grupo, en el relevo 4×100 estilos. En total, 28 metales. Aquí termina la película del mejor nadador de la historia, que debutó en Sidney con 15 años, que en Atenas trató de ganar ocho oros y sumó seis y dos bronces, que en Pekín sí consiguió esa hazaña, que en Londres sumó otro botín suculento antes de su retirada interruptus y que en Río ha vuelto a asombrar al mundo con cinco victorias y un segundo puesto, superada la treintena. «No habrá otro como él», dijo su entrenador, Bob Bowman. Así fueron sus últimas horas en la piscina:

22:53. (hora de Río, cinco más en España). La tensa espera. Phelps está en la cámara de llamadas, con sus cascos, escuchando música, algo de hip hop, con el abrigo largo de Estados Unidos, a la espera de que se dispute la final femenina del relevo 4×100. Presentan a las participantes y la prueba acaba con la victoria de sus compatriotas.

23:05. Concentración. Mira el móvil antes de la presentación.

23:07. «¡Michael Phelps!». Le nombran en los altavoces por última vez antes de competir. Aparece con zapatillas blancas, la capucha puesta y una toalla alrededor del cuello. Deja la toalla en el suelo, pero todavía no se quita el abrigo. Espera con las manos en los bolsillos y se mueve de lado a lado. Piden silencio para que la prueba pueda dar comienzo.

23:10. Arranca la prueba. Ve de pie el primer relevo dando pasos cortos. Murphy hace un gran trabajo. Grandísimo incluso, pues bate el récord del mundo de 100 espalda (51.85). Antes de que Murphy toque la pared, Phelps se quita el abrigo y se prepara para saltar. Estira, se ajusta el gorro, mueve la toalla, se sube al cajón. Espera un poco más

23:12. El último chapuzón. Cody Miller cede terreno en la braza, pero, claro, compite contra el británico Peaty, que en Río ha batido el récord del mundo de 100 braza. Salta a la piscina como segundo clasificado. Remonta con facilidad y deja a Estados Unidos en disposición de ganar el oro. Sale del agua por la escalera. Nathan Adrian finalizará el trabajo. A falta de 50 metros, Phelps ya se ha unido al grupo y aguarda agachado el final.

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23:13. Victoria. Se abraza al resto del equipo, da la mano a Adrian. Campeón otra vez. Levanta el puño. Está tranquilo. Permanece un rato agachado mirando al suelo. Todas las cámaras le siguen y pide a sus compañeros que hagan un corro. Suena música pachanguera. Su madre se muerde las uñas.

23:16. Penúltima gran ovación. El mejor nadador de la historia saluda al público, que responde con un unánime «Michael Phelps, Michael Phelps».

23:43. Fiebre del sábado noche. El público baila y canta al son de la música de la película de Travolta. Se retrasa la ceremonia de entrega de medallas. Nicole Johnson, la prometida de Phelps, mece a Boomer, el hijo de ambos. Hay quien se empieza a impacientar y por dos veces hay una pitada.

00:10. El podio. Aparecen los nadadores para la ceremonia. Phelps habla con Nathan Adrian. Anuncian a Australia y le cuelgan el metal. Phelps estira y aplaude. Anuncian a Gran Bretaña. Vuelve a aplaudir.

00:14. Lágrimas. Sube al podio, por última vez. Levanta las manos. Llega la locura cuando le nombran. Mira hacia arriba boquiabierto. Sonríe. Sujeta la medalla y la muestra. Suena el himno. Mano al pecho. Llora. Saluda al resto de medallistas. Llega la vuelta de honor y con el resto del equipo norteamericano sujetan una pancarta que dice: «Gracias, Río». Antes de irse le dan otro aplauso y se marcha entre lágrimas. Es el último en salir de la piscina, a las 00:25.

01:16. Últimas palabras. Phelps comparece ante los medios. Entra a la sala de prensa, junto a su entrenador, Bob Bowman, mirando el teléfono. Se le ve cansado. Parece incluso que se va a dormir. «Ahora estoy preparado para retirarme», asegura.

Source: Deportes

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