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Miguel San Román, el entrañable «Pechuga», casi dos años después ha seguido los pasos de su gran amigo Luis. Le traicionó el corazón, rojiblanco, que siempre latió más fuerte con los derbis que con los clásicos, tan alejados de su sentimiento futbolístico. Su rival era el Madrid. Con Simeone los partidos entre el Atlético y el Real han recuperado emoción y solera; sin embargo, son los Madrid-Barça los que arrasan en todos los ámbitos. Dos constelaciones frente a frente, dos imperios en permanente confrontación, incluso cuando no median el césped y el partido.
A la espera del 21-N, las selecciones toman la palabra. Pálidos defensores afilan los cuchillos y ejercen presión en todos los campos para llegar al partido en plenitud. En esto del fútbol no hay desconexión posible y la rivalidad resulta incluso molesta para las personas de bien. Cierto es que las bajas por lesión en ambos equipos son múltiples y que el temor a que se produzca alguna más con los combinados nacionales despierta pavor. En Barcelona no pegan un ojo por Busquets, sospechan sin fundamento que Del Bosque lo alineará contra Inglaterra y contra Bélgica, mientras tratan de encontrar una explicación a la ausencia de Sergi Roberto en la concentración española. Pura contradicción. Neymar tampoco los desvela; Busquets, el jugador en el que a Del Bosque le habría gustado reencarnarse, sí. Vicente le cuidará, como a todos. Su sensibilidad en estos escenarios es manifiesta y seguro que lo que más le molesta es que a continuación de los compromisos de la Selección irrumpa el clásico con todas las sospechas que arrastra. Del Bosque soporta la presión, mas no puede abstraerse de lo que imponen los Madrid-Barça o viceversa. No le dejan.
Source: Deportes