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Joseph Blatter dijo el 8 de junio de 1998 que si no hubiera ganado las elecciones para ser presidente habría tenido «una salida abrupta de la FIFA», algo que no ocurrió entonces y que, 17 años después, ha sucedido aún de una manera más dura.
Ni en su peor pesadilla el dirigente suizo se imaginó forzado a vaciar su despacho como centro de una investigación policial y sancionado por un órgano de la FIFA que se inventó él. Informa Olga Martín/Efe.
Su propia creación le ha devorado. Ahora será difícil disociar su nombre del término corrupción, ese que empezó a rodearle hace tiempo y que no acertó a derrotar como sí hizo con quienes se opusieron a él en su longevo mandato.
Solo tres llegaron a competir con él en las urnas y fueron derrotados; el sueco Lennart Johansson (1998), el camerunés Issa Hayatou (2002) y el príncipe jordano Ali Bin Al-Hussein (2015).
Reelegido por quinta vez el 29 de mayo pasado y pese a dimitir cuatro días después, el 2 de junio, en mitad del escándalo por las primeras detenciones de sus directivos, Blatter pretendía seguir dirigiendo la FIFA hasta el Congreso del día 26, pero el Comité de Ética que él creó, totalmente «independiente», le cerró el paso con una inhabilitación de ocho años que ahora tiene recurrida.
La defensa de ese recurso es la que le ha permitido volver a la sede de la FIFA hace solo unos días, de la que tuvo que salir definitivamente en octubre, también como objeto de una investigación de la Fiscalía suiza, a petición de la propia FIFA, sobre la concesión de los mundiales de 2018 y 2022 a Rusia y Catar.
El pago de dos millones de francos autorizado por él a Michel Platini en 2011, por unos trabajos de asesoría realizados entre 1999 y 2002, es el motivo por el que la Comisión de Ética ha sancionado ocho años a Blatter y también al francés, su gran aliado en los años iniciales de su mandato y después su opositor.
La sanción ha impedido que el tres veces ganador del Balón de Oro sea candidato en las elecciones del día 26.
Todo esto emborrona el mandato de un presidente que se formó a la sombra del brasileño Joao Havelange durante 23 años y que ha hecho que en su etapa la FIFA crezca y gane poder.
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En su mandato el mundial se jugó por primera vez en África, se redistribuyeron las plazas mundialistas para abrir la puerta a Australia, se impulsó y consolidó el mundial de clubes, la Copa de las Confederaciones y las competiciones de categorías inferiores.
El Balón de Oro logró más relevancia, se aceptó la tecnología en la línea de gol y la responsabilidad social del fútbol también aumentó, con iniciativas para fomentar la integración a través del deporte y políticas contra el racismo y la protección de menores.
Los llamados «proyectos Goal» -un millón de dólares- para las federaciones más pobres del planeta fueron una garantía para sus cuatro mandatos como presidente de una organización, que hace recular a gobiernos cuando sus políticas son consideradas una injerencia por la FIFA, como ocurrió con España en 2008.
Vinculado desde 1975 a la FIFA, en la que fue secretario general de 1981 a 1998, su currículum le define como futbolista aficionado, entrenador, atleta y licenciado en Economía y Administración de Empresas por la Universidad de Lausana y con grado de coronel del ejército suizo.
Natural de Visp (Suiza, marzo 1936), dominador de 5 idiomas -inglés, francés, español, alemán e italiano- y diplomático de primera, «Sepp» Blatter inició su carrera profesional en la Oficina de Turismo de Valais -su región natal-, y en ella incluye la secretaría general de la Federación Suiza de Hockey Hielo y el ejercicio del periodismo.
Relaciones públicas de Longines y director de Sports Timing (1968-75), puesto por el que participó en la organización de los Juegos de Munich’72 y Montreal’76, mantuvo su primer contacto con la FIFA en 1975 y en poco tiempo se ganó la confianza de Havelange. En 1981 el brasileño le designó secretario general.
El poderío que la FIFA adquirió en la era Blatter es algo por lo que tendrá que trabajar duro el sucesor de un presidente que nunca logró el apoyo de Pelé ni de Maradona y que, pese a todo, sigue siendo genio y figura.
Hace unos días, desveló que no piensa respaldar a ninguno de los cinco candidatos que quieren sucederle. «Cuatro de los cinco han hablado conmigo. Varias federaciones me han llamado para saber qué debían votar. Les he dicho que lo hagan según su conciencia».
Dice esto mientras no deja de defender su inocencia y la de Platini, a la vez que lamenta que se haya decapitado a la FIFA y asegura que él «no es responsable» de «delitos cometidos en sus federaciones personas de América del Norte y del Sur». Pero por ahora es su final, muy distinto del que algún día llegó a imaginar.
Source: Deportes