De Segunda B a Milán

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Los jugadores del Castilla acabaron más cansados que nunca. Fueron 90 minutos sin parar, a 42 grados y con un 40 por ciento de humedad, inaguantable si no se juega habitualmente en una situación así. En ningún partido de fútbol ni en ningún entrenamiento habían terminado tan exhaustos como aquel día en el que su entrenador, Zinedine Zidane, los llevó a una sesión de Bikram Yoga, en el centro de Madrid. Muchos de ellos, durante el ejercicio, no eran capaces de mantener el equilibrio. Zidane y su mujer son o eran habituales de este tipo de yoga, como Emilio Butragueño o como muchos otros deportistas. Según quien lo practica, ese estilo de yoga tan de moda sirve para mejorar la resistencia, la flexibilidad y también evita lesiones. Si ayudó a los jugadores del Castilla está por ver, pero ese día comprendieron que estaban ante un entrenador distinto.

Hace cinco meses, el técnico francés estaba en la banda del estadio de La Roda, ante poco más de 3.000 espectadores dirigiendo a su equipo en un partido del Grupo II de Segunda B. A finales de mayo, el día 28, estará en la banda de San Siro, ante más de 70.000 personas, jugándose la Champions contra el Atlético de Madrid. «Choca un poco todo eso. Hace nada estaba aquí. A 30 kilómetros de Albacete», cuenta Mario Simón, entrenador del último equipo que midió a Zidane como entrenador en la tercera categoría del fútbol español. Empezó ganando el filial, remontaron los locales y al final, Mariano marcó para los blancos. «Aquí los partidos son muy igualados y muy competidos, prima la intensidad y dependes mucho de los campos de los rivales. No siempre las instalaciones son buenas o el césped está en buenas condiciones y no es fácil jugar al fútbol. Se sufre».

Ahí se curtió Zidane, asombrando en cada estadio que pisaba, despertando la expectación de todos, desde los rivales hasta el público. Zidane intentaba perfeccionar su estilo en lugares tan lejanos de la élite como La Roda o Socuéllamos, contra rivales como el Ebro. Allí donde iba, era la sensación. Había que frotarse los ojos para asegurarse de que era Zidane, el de la volea de la Novena, el que acababa de ganar la «Décima» como segundo de Ancelotti. «Mis amigos me preguntaban si me había hecho fotos con él, si me había firmado algo. Nosotros somos entrenadores y nos fijamos más en el partido, pero es verdad que la gente venía por él. Aquí se vendieron más entradas ese día. Estos son campos pequeños y cosas así no pasan muchas veces», dice el entrenador de La Roda.

Zizou era el centro de atención y una multitud le seguía siempre. Algunas veces se le veía incómodo, a veces fuera de lugar. Cuando era futbolista, a un compañero, ahora también entrenador, le reconoció que no le gustaba todo lo que se creaba en torno a él. Su compañero le contestó: «No puedes evitarlo, eres Zidane». A veces, en esos campos de Segunda B pedía un despacho, pero eso no existía. Los vestuarios eran, son, poco más que bancos, taquillas, y perchas. Sin bañera para el hielo, sin el más mínimo lujo. Muchos campos son de hierba artificial y hay que insistir mucho en tu estilo para no dejarse vencer por la inercia y jugar al pelotazo. Ahí empezó Zidane, tan lejos de lo que había sido, sin perder un ápice del aura que siempre le acompaña ni de la expectación que despierta.

Y eso que ya había pasado el tiempo de su época de futbolista. Cuando se despidió de un cabezazo, no quiso saber nada del fútbol, pero con el tiempo, el instinto le fue llamando. Había estado en los despachos, había estado viendo muchos partidos, pero quería sentirse cerca otra vez de la pelota y dentro de un vestuario, ese lugar donde su presencia imponía, por sí mismo. Hay gente que quema y brilla y hay gente que no. Zidane es de los primeros: no necesita decir nada ni hacer nada especial para que se note su presencia allí donde vaya. Con Ancelotti hizo un máster acelerado mientras se sacaba el carné de entrenador en Francia con breves visitas a entrenadores en activo. Estuvo comiendo con Guardiola en Múnich para ver sus métodos de trabajo y estuvo con Bielsa cuando éste entrenaba al Olympique de Marsella. En esa cita, que grabaron las cámaras del club francés, es Bielsa quien parece más impresionado que Zizou.

Pudo haber entrenado en Francia, pero el Real Madrid le ofreció ser el técnico del filial en Segunda B. Probarse, empezar a verlo todo de nuevo. Se estrenó en agosto de 2014, justo después de ganar la Décima como segundo de Ancelotti. Su Castilla se enfrentó al Atlético de Óscar Mena, ex rojiblanco. En esa categoría se mezclan ex futbolistas que empiezan con entrenadores que buscan su camino, que echan horas y horas y que aman el fútbol sin importarles en qué banquillo hay que sentarse. Zidane se estrenó contra Mena en un año en el que también entrenaban Tevenet al Huesca, Josico al filial de Las Palmas o Ziganda al Bilbao Athletic. Jugadores de Primera, pero no campeones de Europa ni del Mundo. Ni Tevenet, ni Josico ni Mena continúan en sus equipos. Ziganda está con el filial del Athletic en Segunda y Zidane, a finales de mayo, puede ganar una Champions. «Casi todos los entrenadores que hemos pasado por Segunda B somos ex futbolistas, unos son de primer nivel mundial y otros no, pero el juego es el mismo. Sí, él jugaba con 90.000 personas y yo con 1.000, pero las vivencias son las mismas», asegura Juanvi Peinado que entrenaba al filial del Rayo Vallecano y le ganó 2-1. «Entrenar es distinto a jugar. Puedes haber sido muy buen futbolista, pero enseguida, en meses, se ve si eres buen entrenador», sigue explicando. Ese Castilla, según Juanvi, se parece al Madrid en que le gustaba jugar mucho por fuera y hacía mucho daño en las jugadas a balón parado.

Como ahora, Zidane trabajaba a conciencia situaciones que sabía que podían decidir partidos. «Muchas veces te dejaba el dominio y salía con transiciones rápidas», explica Mario Simón, como el Real Madrid finalista de la Champions. «Era un equipo seguro, en el que decidían sus mejores jugadores». La idea la tenía clara, sólo tenía que ganar experiencia y sumar minutos en un banquillo, ir preparándose para lo que, antes o después, iba a suceder. Estuvo una temporada y media en Segunda B y había cierta incertidumbre por saber cómo iba a ser su transición al primer equipo, otro planeta.

Ha sorprendido a casi todos: el Zidane tímido futbolista es el expansivo y sonriente entrenador de las conferencias de Prensa. Tiene todo bajo control y la gente le admira. En Socuéllamos, el público le seguía por el césped; en el Santiago Bernabéu, su nombre es el más coreado en las presentaciones. A su experiencia en el fútbol de élite ha añadido la sabiduría que da el fútbol de barro. Y el aura, el misticismo, sigue igual de radiante.

Source: Deportes

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