Cincuenta años no es nada

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Este domingo, 2 de octubre de 2016, el Vicente Calderón cumple 50 años, los transcurridos desde la misma fecha de 1966, cuando el recinto se inauguró, aún en obras, en un encuentro matinal de la cuarta jornada de Liga contra el Valencia.

Aquel partido, que concluyó con empate a uno y goles de Luis Aragonés y Paquito, supuso el punto de partida de un lugar en el que, durante medio siglo, se ha forjado un club grande, el Atlético de Madrid, con el apoyo perenne de una fiel hinchada. Informa Jenaro Lorente/Efe.

Una generación de aficionados que ha crecido en las tribunas del Manzanares, a las que ha asistido curso tras curso casi de forma ininterrumpida para arropar a su equipo del alma, y que celebra ahora un histórico homenaje.

Un inmenso grupo para el que cincuenta años se han pasado muy rápido, a velocidad de vértigo, y que en este especial aniversario rememora con nostalgia tantas tardes de felicidad y sufrimiento en la grada. Muchos recuerdos que se agolpan en la mente. Muchos momentos inolvidables, porque el Vicente Calderón ha sido y sigue siendo su segunda casa.

Imborrable es aquel Atlético de la década de los setenta, el que llegó en 1974 a la final de la Copa de Europa. Imperecedero cada partido de esa edición a orillas del emblemático río, como el del Celtic de Glasgow, de vuelta de las semifinales, que llegó a Madrid con Jimmy Johnstone, aquel extremo calvo, al que Adelardo borró del césped con un marcaje excepcional.

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Ningún atlético olvida aquella noche mágica. Ni tampoco la de la final de la Copa Intercontinental, un año después, ante el Independiente de Avellaneda. Esos goles de Irureta y Ayala que voltearon el 1-0 de la ida y que dejaron el título en la capital de España. El tronar del golpeteo con las antiguas almohadillas de pluma con las que se alentaba a los futbolistas.

Indeleble permanece el 20 de mayo de 1973, en el que una victoria ante el Deportivo de La Coruña (3-1) dejó el séptimo entorchado liguero en el Calderón. Los derbis contra el Real Madrid. La Liga del doctor Cabeza. Las frías mañanas de sol y fútbol para ver al Atlético Madrileño de los Pedro Pablo, Pedraza, Pradito o Julio Prieto. El ‘caño’ de Luiz Pereira a Johan Cruyff en un 2-0 del Atlético al Barcelona, etc.

Un interminable listado de evocaciones, como la dura travesía de los ochenta con un equipo sin fichajes de relumbrón por las dificultades económicas; el histórico ‘doblete’ del 96 con ese fantástico y emotivo Calderón en el duelo con el Albacete; aquella increíble remontada al Barcelona de Romario (4-3); o la plomiza tarde de octubre en la que el añorado ‘Artechenbauer’ recibió una cariñosa ovación cuando abandonaba la hierba llorando y en camilla, gravemente lesionado, después de marcar dos goles al Betis en los últimos minutos. Dos tantos de garra que dejaban los puntos en casa (4-3).

Una nómina inacabable de escenas para la posteridad de un amplio puñado de seguidores rojiblancos. Aquellos que empezaron a acudir al Calderón como niños y ahora están cerca también de la cincuentena, o la superan por poco. Los mismos que derramaron lágrimas de desconsuelo después de perder de forma cruel la final de Bruselas y que han tenido que enjugar las de sus hijos, tras los combates de Lisboa y Milán.

Los que han madurado con la glorieta de Pirámides y su entorno como elementos fundamentales en sus vidas. Los que esperan expectantes el traslado a la Peineta, los que ansían y no cejan en su empeño de ver al Atleti campeón de Europa, los que sufrieron un dolor incontrolable en el corazón el año del descenso y no abandonaron durante el recorrido por el ‘infierno’.

Para todos, el 2 de octubre de 2016 es también una jornada singular. El día en el que acumulan casi media existencia en el Calderón, un estadio que nunca arrinconarán y que estará siempre en sus memorias. Cantaba Carlos Gardel en ‘Volver’ que «es un soplo la vida, que veinte años no es nada». Cincuenta tampoco.

Source: Deportes

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