Brasil gana el oro en los penaltis

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Grita Maracaná. El ambiente es ensordecedor en el mítico estadio ya modernizado, quizá en exceso, sepultado lo que fue y los momentos que se vivieron ahí, como el famoso «maracanazo» de Uruguay en el Mundial de 1950. No fue en Maracaná, pero Alemania logró algo similar a los uruguayos, o más gordo todavía: en el Mundial de 2014, se impuso a Brasil, que era el local, por 7-1 en el Mineirao. Y lejos, muy lejos de allí, Brasil había perdido sus tres finales olímpicas anteriores. La de 1984, en Los Ángeles, con Dunga en sus filas, ante Francia. La de 1988, en Seul, con Romario y Bebeto como atacantes, ante la Unión Soviética; y la de Londres hace cuatro años, con Neymar como joven líder, ante México.

Todo eso confluyó en Río de Janeiro: era la final olímpica, en Maracaná y ante Alemania. Era un peso quizá excesivo, pero la selección anfitriona salió vencedora con muchísimo sufrimiento, en una tanta de penaltis en la que Neymar se encargó de anotar el último. El conjunto germano salió al choque en su versión «antigua», más tosca, no con el fútbol exquisito que intentan mostrar los «grandes», dirigidos por Joachim Löw. Pese a todo, el arranque del partido fue suyo y Brandt se encontró con el larguero en un tiro lejano que sorprendió a todos y que casi detiene el corazón del estadio. El chillido fue estremecedor.

Poco a poco, la calidad de Brasil se fue imponiendo en ataque. A Neymar se le unían el bullicioso Gabriel Jesús, fichado por el City de Guardiola, aunque todavía no se incorporará a sus filas, y Luan y su técnica individual. Buscaban el regate, el pase filtrado, la asociación, pero todo se quedaba a un pelo de salir. En los córners también encontraba peligro Brasil, mientras Alemania buscaba balones largos a Selke, su alto delantero (192 centímetros). En uno de los garabateos de Neymar, le derribaron al borde del área. Era la segunda que tenía en una distancia similar. La locura llegó primero a Maracaná, y fue dando paso al silencio. Los móviles estaban preparados, con la grabadora de vídeo a punto. Se cuadró Ney, dio unos pasos y mandó el balón a la portería después de haber tocado el larguero. Se puso el poste de su parte en ese caso, como lo había hecho con su equipo en la otra meta, porque el apretón posterior de Alemania terminó con otro balón en el travesaño, esta vez en un cabezazo de Sven Bender, que comparte centro del campo con su hermano gemelo Lars Bender.

Marcó la diferencia la calidad de Neymar en un partido un tanto alocado. Alemania no había dicho su última palabra. Se quedó Brasil a mitad de camino entre buscar el segundo y cerrar el oro y la clasificación defendiendo lo ya obtenido. No había dueño, iba y venía la pelota con aceleración. Así estaban también lo aficionados. Se festejaba igual un robo y un regate. El estado era de taquicardia. Y cuando Meyer, el capitán alemán, marcó en una acción en la que la «canarinha» dio demasiadas oportunidades, llegó el miedo. Apretó la grada, pero en cada acercamiento de Alemania se aparecían todos los fantasmas. Se atolondró Brasil y se creció Alemania por momentos. No «estaba» Neymar y Gabriel Barbosa buscó el lanzamiento en una acción en la que tenía a dos compañeros incorporándose en mejor posición. No tardó en ser sustituido el «9» amarillo.

Pedía Neymar a los aficionados que animasen antes de lanzar un córner. Había que controlar las emociones. Alemania estaba mostrando su lado de más toque, que también lo tiene, sobre todo en la figura del pequeño Meyer, el autor del gol; y la impaciencia llegaba al mítico estadio de Río. Pitada en cada posesión larga. Los minutos corrían a la misma velocidad que el temor. Felipe Anderson estuvo lento en una contra y Neymar buscó el gol en un lanzamiento lejano. No quedaba ni un cuarto de hora y le tocaba dar al conjunto local, pero el central alemán Suele estuvo imperial. Todo estaba más en el aire que nunca, porque Alemania rozó el «maracanazo» antes de la prórroga.

No encontraba el camino Brasil ni por el medio ni con las subidas del lateral derecho Zeca. Se entretuvo Luan en una acción que podía haber sido de uno contra uno y las revoluciones en el estadio aumentaron. Echaba de menos el conjunto anfitrión a Neymar, aunque después aparecería.

La pitada de Maracaná cuando los germanos tenían la pelota obligaba a taparse los oídos. Pero no se amedrentaron y el choque se tuvo que decidir en los penaltis. Del miedo se pasó al pánico y, claro, por los altavoces llegó a sonar la «Marcha Imperial», la música de la Guerra de las Galaxias para Darth Vader. El tembleque de piernas podía ser tremendo. Alemania lanzó primero. Ginter, gol. La réplica la dio Renato Augusto, por el mismo lado. 1-1. Turno para Gnabry, casi lo para Weverton… pero no. Marquinhos, sereno, anotó el 2-2. Se preparó Brandt, y fácil adentro, como Rafinha (3-3). Empotró después el central Suele y suave puso Luan el 4-4. Petersen lanzaba el último de los germanos, tiro a su derecha… ¡Parada! Le tocaba decidir a Ney. Brazos en jarra, paradinha, tiro a la escuadra y la fiesta por fin llegó de verdad a Maracaná.

Source: Deportes

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