Bernabéu o la teoría de la jeta

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El documental sobre el histórico presidente del Madrid descubre su «truco» para fichar. A los diez minutos de estar con un jugador ya sabía si valía o no para el club. En un momento del documental que Ignacio Salazar-Simpson ha rodado de Santiago Bernabéu recoge las palabras, amargas o resignadas, del presidente que cambió la historia del Madrid y que ganó seis Copas de Europa. Va el equipo, campeón de todo, ganando por 4-0 un partido y tras varios minutos de relajación, el público del estadio blanco empieza a quejarse. Es en ese momento cuando el histórico presidente blanco llega a la conclusión de que va a ser imposible saciar esa exigencia, ese hambre de triunfo en el que se educó el aficionado madridista con los triunfos europeos.

Ganar es la única fe, lo único posible en el Madrid. Eso pasa ahora, cuando el conjunto blanco pierde dos encuentros seguidos y se acaba el mundo. Y eso es herencia, como casi todo, de Santiago Bernabéu. Ignacio, que ha ido al estadio desde que era pequeño, asegura que de Bernabéu se sabe quién es, pues su nombre se repite cada fin de semana por los partidos que juega el equipo, pero se conoce muy poco sobre él. «Queríamos profundizar en la vida de uno de los personajes españoles mas populares y conocidos de todos los tiempos y del que sabíamos muy poco».

Santiago perdió pronto a su madre, estudió en el frío de El Escorial, pero lo que marca el comienzo de su vida es empezar a jugar en el Madrid. Era otra época, una ciudad aún pequeña a punto de convertirse en una urbe inmensa y un deporte que estaba empezando y en el que aún se jugaba como juegan los niños: todos al ataque, con balones tan duros que era mejor no rematar de cabeza. Así se enamoró del Madrid un hombre que no se casó hasta muy tarde con la viuda de un amigo y al que no se le conoció más pasión que su equipo de fútbol. El director intenta explicar su «forma de entender el mundo y la ordenación jerárquica de valores sobre los que pretendió construir el Club (lealtad, eficacia, discreción, humildad)». Es otro mundo y otro fútbol. Para Bernabéu no hay mayor contrato que un apretón de manos. Es un hombre a la antigua, que cuando se llevaba a casa el periódico que se había comprado en el club, dejaba las monedas que costaba.

Sin la tecnología actual, sin la capacidad de ver todos los partidos que se ven ahora, los fichajes dependían de una buena actuación (como Di Stéfano cuando llega con Millonarios para jugar un amistoso en el Bernabéu) o del interés del rival (como cuando el Barcelona quiso a Molowny y Bernabéu mandó a Quincoces, el ex jugador, a que lo fichara. Quincoces vio un partido y le dijo que ese futbolista no valía tanto, pero Bernabéu insistió. «El Mangas» se convertiría en uno de los fichajes históricos del club). Pero lo que hacía decidirse de verdad a Bernabéu era la intuición: la teoría de la jeta, que le dio más resultados que ahora los cientos de vídeos o los algoritmos. A los diez minutos, después de mirar a los ojos de un jugador, sabía si era válido o no para el Real Madrid.

El retrato de Salazar-Simpson de un hombre tan intuitivo va «desde las fotografías infantiles, en las que siempre está en el centro del encuadre y donde posa sereno con la mirada fija en el objetivo, hasta en las escasas entrevistas que se conservan en las que habla sin tapujos haciendo gala de su carácter campechano y muy lejos de lo que hoy consideramos ‘‘políticamente correcto’’». Bernabéu se fía de su modo de vida para dirigir el Madrid y aconsejar a Pirri que no se case con Sonia Bruno, hasta que el jugador le convence de que está enamorado. Piensa que los jugadores son como los hijos que nunca buscó tener y les prohíbe hacer cosas que considera poco morales, como cuando Di Stéfano protagonizó una anuncio de medias.

Ganó seis Copas de Europa, presidió el Madrid durante 35 años, vio cómo el fútbol cambiaba, se enfadó con Di Stéfano y dejaron de hablarse, volvía cada vez con más frecuencia a Santa Pola para pescar con sus amigos, lejos del ruido del fútbol y murió de un cáncer que le escondieron que sufría. Todo lo cuenta Salazar-Simpson tras una criba del incontable material, más de tres horas, que tenía. «Un inmenso puzzle de documentos y archivos de toda clase: fotografías, biografías, entrevistas radiofónicas, Nodos, prensa escrita… No, no hacía falta rodar nuevas imágenes. Construiría la película poco a poco diseccionando y pegando cada palabra, cada sonido, cada imagen», cuenta el director. Y después elegir lo mejor, quizá también con la teoría de la jeta.

Source: Deportes

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