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Marc Soler no pudo disimular su enfado cuando el equipo Movistar lo mandó parar. Hizo gestos con la mano delante de las cámaras para expresar su disconformidad con la decisión del equipo. Iba primero en solitario en la etapa y le quedaban por delante, pero le mandaron parar para ayudar a Nairo Quintana, que llegaba desde atrás con Pogacar.
Soler hizo el mínimo imprescindible cuando se encontró con el colombiano. Tiró unos metros antes de dimitir y cuando Pogacar se marchó dejando por detrás a los dos corredores del Movistar no hizo el menor intento de saltar a por él. Falta de fuerzas o falta de ganas.
En realidad no tenía ganas de nada, sólo de acabar la etapa y desaparecer. Llegó arriba y se dio la vuelta de manera inmediata rumiando su cabreo. Ni siquiera quiso secarse después de la lluvia y el granizo que habían caído en la etapa. No habló con nadie del equipo ni se acercó a la zona que tenía preparada Movistar para que los ciclistas, al menos, se secaran y se arroparan para protegerse del frío.
Bajó en bicicleta hasta el autobús del equipo y, una vez allí, ni siquiera quiso decir nada a su novia, que lo esperaba. Subió al autobús y bajó con Antonio Pedrero para emprender camino hacia el hotel del equipo. «¿Quieres hacer tu valoración de la etapa?», le preguntaron los escasos periodistas que lo esperaban. «Mejor que no», fue su respuesta. Se metió en el coche y se fue.
Source: Deportes