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En Alemania piden la cabeza de Guardiola, redentor del «tiqui taca»; en Italia retratan a Simeone en la portada de la «Gazzetta dello Sport» como al «Che» Guevara, un revolucionario que con el «Cholismo», esencia del «catenaccio» que define sus valores eternos, va a imponer un nuevo estilo con el Atlético… Está todo inventado. Guardiola ha pedido que no le entierren todavía, que le queda una bala. Simeone ha sonreído sin despegar los pies del suelo. Fuera del estadio, el Cholo escucha, tranquilo, inalterable; dentro, le hierve la sangre y ordena al recogepelotas que lance balones al campo. Sus armas son las que son. No engaña.
Cuando tomó posesión del banquillo rojiblanco, Godín y Miranda eran dos centrales desclasificados y el equipo, un agujero negro. Con los jugadores que tenía, con el presupuesto que había, con la certeza de que cada temporada los mejores volarían del nido, pintó un cuadro a su imagen y semejanza. Lucha con el Madrid y con el Barcelona; ha eliminado al Chelsea, tiene al Bayern contra las cuerdas, responde con hechos a Rummenigge y como si de un mesías se tratara, le siguen sin rechistar los jugadores y la afición le venera. El «tiqui taca», que ha encumbrado al fútbol español y del que la Selección es el máximo exponente, y ojalá que por muchos años, se practica con determinados futbolistas; es difícil que los del Atlético lo dominen porque esa precisión con la pelota no figura entre sus virtudes. Defienden como posesos y contragolpean como los ángeles. Y que cada quien elija. «Para mí el amor es algo muy profundo; el sexo sólo tiene que alcanzar unos centímetros» (Stacey Nelkin –Rita–, «Balas sobre Broadway»). Se puede ser práctico sin llegar el éxtasis.
Source: Deportes