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El Mundial de F-1 que arranca la próxima madrugada ofrece sentimientos encontrados para la afición española. Carlos Sainz es uno de los grandes tapados, un piloto en alza. Fernando Alonso, muy a su pesar por un coche que no terminar de carburar, ha emprendido el camino de la retirada, que no irá más allá de 2017.
El madrileño, junto a su compañero Max Verstappen, ha protagonizado la pretemporada con uno de los monoplazas más sorprendentes por detrás, claro está, de los todopoderosos Mercedes y los Ferrari. En Toro Rosso han sufrido la complicada transición que significa cambiar de proveedor de motores y todo lo que eso implica a la hora de diseñar el chasis. Y no sólo eso. La decisión llegó muy tarde para los tiempos que se manejan en la F-1, pero su responsable técnico, James Key –del que dicen que es el nuevo Adrian Newey– ha sabido crear un conjunto muy bien resuelto a nivel aerodinámico y, a la vez, ha aprovechado todo el rendimiento de la unidad de potencia de Ferrari, que es su suministrador. Sainz y Verstappen son los grandes beneficiados por estos cambios. En el equipo saben que tienen a dos grandes pilotos, ambos con características diferentes que saben exprimir muy bien las cualidades del monoplaza. Los dos lo demostraron en 2015, aunque el español sufrió la peor suerte en forma de averías mecánicas. Podrían rozar el podio con asiduidad.
Además, los dos juegan otra batalla importante: el futuro. En Red Bull se están moviendo los cimientos de los titulares, Ricciardo y Kyvat, y Sainz o Verstappen están predestinados a ocupar uno de esos asientos. Hay más: en Ferrari también gustan los dos y Raikkonen podría disputar su último año con los de Maranello.
El holandés destaca por su agresividad y por su precocidad, ya que este año arranca la temporada con sólo 18 años. Su velocidad está fuera de toda duda, pero todavía tiene que controlar ciertos aspectos de la carrera. Algunos adelantamientos le salieron muy bien el pasado año, sin embargo, también sufrió numerosas salidas de pista. En el lado contrario se sitúa Sainz. Es igual de rápido que su compañero y rival y destaca por conocer muy bien las posibilidades del monoplaza a nivel técnico. El propio Helmut Marko señaló recientemente que el madrileño le sorprendió mucho por su progresión y afirmó que ambos eran talentos a tener en cuenta en el futuro. Fue él quien decidió darles la oportunidad. Al principio fue criticado por la baja edad media de sus pilotos aunque a final de año este dúo sumó más puntos para Toro Rosso que en anteriores cursos. La marcha de Cepsa como uno de los patrocinadores hizo pensar que el asiento de Sainz podía presentar ciertas dudas, pero lo cierto es que Marko quiere «explotar» bien el rendimiento del español, y por qué no, ganar dinero en caso de que fiche por otra escudería en 2017.
Fernando Alonso, por su parte, arranca su segunda temporada en McLaren con el proyecto de Honda. La mejora ha llegado, pero sólo en forma de fiabilidad. Las prestaciones, como reconocen en el propio equipo, tendrán que esperar a 2017 si es que el nuevo reglamento es bien entendido por los ingenieros de la estructura británica y los responsables japoneses de la unidad de potencia. En 2016, Alonso no rozará el ridículo del pasado año, pero la realidad de la F-1 no le dará muchas más oportunidades que estar en la zona de puntos. En mitad de la temporada se asegura que podría ser más competitivo, pero ni en la propia escudería tienen esa certeza.
2016 será el año de Hamilton, Rosberg y, probablemente, Vettel, que ha devuelto a Ferrari la ilusión perdida.
Source: Deportes