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Sagi Muki se convertía, en el día de ayer en los Mundiales de Tokio, en el primer judoka de Israel en colgarse una medalla de oro. Después de derrotar al belga Matthias Casse en la final de la categoría de hasta 81 kilos, el deportista de 27 años rompió a llorar en el tatami consciente de que había hecho historia para su país.
La actuación de Sagi Muki, que partía en la terna de máximos favoritos al título, ha ido acompañada por una nube de polémica desde que se supo su cruce de semifinales.
En la penúltima ronda del campeonato, el futuro oro mundial se enfrentaba al actual campeón africano, el egipcio Mohamed Abdelaal. Tras el combate, el perdedor realizó la reverencia protocolaria, pero rehuyó realizar el también obligatorio saludo entre judocas, en un gesto idéntico al que protagonizaron su compatriota Islam El Shahaby ante el israelí Ori Sasson en los Juegos de Rio 2016 que acabó con la expulsión del africano.
Una vez clasificado como primer finalista, la polémica seguía en la otras semifinal. Se enfrentaban el belga Matthias Casse y el máximo favorito, el iraní Saeid Mollaei. En la previa del combate se especulaba con que el campeón Mundial de 2018, que defendía título, se dejaría ganar para no tener que enfrentarse en la lucha por el oro al israelí.
El combate llegó a la técnica de oro, ya que ninguno de los deportistas logró puntuar, y entonces llegó el movimiento con el que se desató la polémica. Casse comenzó una estrangulación y rápidamente Saeid Mollaei golpeó dos veces el suelo con su mano en señal de rendición. El belga ganaba por ippon, se culminaba la sorpresa y se disparaban los rumores.
Polémicas aparte, en la final y en el torneo, Sagi Muki no ha tenido rival y ha hecho historia para Israel, en un nuevo campeonato que ha sido empañado por la política
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Source: Deportes