Antonio Arroyo, una vida entre el agua y los libros

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La lista de tareas del día a día de Antonio Arroyo es interminable y agotadora. Levantarse (6:45). Calentamiento (7:00). Al agua (7:15 a 9:30). Desayuno (10:15). Gimnasio (10:30 a 11:30 o 12:00). Estudio (12:00 a 13:30). Comida y siesta. Calentamiento (15:45). De nuevo al agua (16:00 a 18:30). Un poco de cardio (19:30). Cena. Y otro rato de estudio (21:00-22:00). Entonces, por fin, el merecido descanso. Así de lunes a viernes, más otro poco los sábados por la mañana, con el objetivo de llegar a los Juegos de Río. No es raro pensar que una de las frases de este nadador de 21 años sea: «Una vida de sacrificio bien vale un momento de gloria». Antonio ya sabe lo que es competir con los mejores, pues estuvo en el pasado Mundial de Kazán en la prueba de 10 kilómetros en aguas abiertas, en la que finalizó en el puesto 47 e hizo doblete con los 5 kilómetros, en los que logró un meritorio décimo puesto. El problema es que esta última distancia no es olímpica. «Para Río voy a intentar clasificarme en las pruebas de piscina (1.500 metros u 800)», afirma. La pileta y aguas abiertas, dos disciplinas parecidas, pero diferentes. «El trabajo en el agua es el mismo. Cambian las pesas y la estrategia de carrera», continúa Arroyo. Además, en aguas abiertas hay alguna dificultad más. Puede suceder, como en Kazán, que el agua esté muy sucia y apenas se vea nada, y suele suceder que al haber tantos competidores, los golpes se multipliquen. «En el Mundial, en los 5 kilómetros, me dieron una en la tripa que dolió…», recuerda desde Sierra Nevada, donde está en una de las varias concentraciones en altura que hace al año, a las órdenes de Fred Vergnoux. El entrenador francés es el hombre que ha conseguido que Mireia Belmonte dé el salto definitivo a la élite. Es famoso por sus métodos. ¿Duros? «A ver, es exigente, porque tú le dices muy claro dónde quieres llegar», asegura.

Antonio Arroyo, nacido en Barcelona y que estudia primero de CAF en la UCAM, empezó a nadar a los 6 años. «Veraneábamos en un pueblo de playa y mis padres no querían que me ahogase», desvela. Poco a poco se fue enganchando a un deporte que le permitía desconectar. «Al principio sólo flotas, después vas aprendiendo los estilos básicos… Y me lo pasaba bien, me distraía, era como un tiempo para mí. Lo de dedicarte a ello viene cuando vas cogiendo resultados…», explica sobre uno de los deportes rey en los Juegos Olímpicos, pero que en España es minoritario. «Aquí vivir de ello es imposible. Se hace por pasión», prosigue Arroyo, uno de los becados del Programa Podium junto a África Zamorano, Marc Sánchez, María Vilas y Miguel Durán. «La beca me ayuda mucho, sobre todo a pagarme algunos viajes. En diciembre, por ejemplo, vamos a hacer una concentración en Suráfrica y puedo ir gracias a Podium», concluye.

Source: Deportes

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